Encuentro de Hermanas con entre 11 y 15 años de vocación

Alabado seas mi Señor

“Alabado seas, mi Señor”. Así comenzó el Encuentro que tuvimos las Hermanas de 11-15 años de vocación el primer fin de semana de marzo en Los Molinos. Allí Sor Rosa Mª Miró nos invitó a ver la Encíclica “Laudato Si” con ojos vicencianos.

Partimos nuestra andadura desde la certeza de que todo lo creado por Dios nos invita a alabarle, bendecirle y darle gracias. ¡Cómo se despierta en nosotros la capacidad de asombro cuando en lo alto de la montaña podemos contemplar hasta el horizonte, escuchamos el correr de los arroyos, respiramos el aire puro y limpio, y sentimos la brisa del aire acariciarnos el rostro! ¡Qué ganas de decir con el Santo de Asís: “Alabado seas, mi Señor! Porque en cada una de ellas se encuentra la grandeza e inmensidad de Dios.

Fueron días de inmersión intensa en el análisis e indicaciones del Papa Francisco sobre el cuidado de la Casa Común y cómo nosotras, como Hijas de la Caridad, habíamos de hacerlo especialmente, siguiendo el ejemplo de San Vicente y Santa Luisa.

Vimos cómo la Iglesia afirma algo que en la Familia Vicenciana vivimos desde los orígenes: la importancia de la dignidad del Pobre. Pues, según entendamos y tratemos a nuestros hermanos, pondremos de manifiesto la concepción y cuidado que tenemos sobre la Naturaleza.

De esta manera entendemos que los bienes que poseemos no son para nuestro propio beneficio, sino por los pobres y para los pobres, puesto que toda Comunidad Vicenciana es la casa de los pobres y así es como han de sentirse ellos: como en casa.

Cada ser humano es fruto del pensamiento de Dios; es querido, amado y necesario. Por consiguiente, al mismo tiempo que alabamos a Dios, le pedimos perdón por el abuso de las multinacionales, que provocan un mayor empobrecimiento de los más débiles de la Tierra. Por la cultura del descarte, en la que muchas veces nosotras también nos introducimos, al darle la primacía al ser útil frente al ser y no al revés, como el Señor lo quiere; ya que al crearnos, primero nos dio la vida y luego la facultad del hacer para nuestra realización y para la conservación, disfrute y cuidado de la Creación.

Por tanto, la raíz de esta crisis ecológica para Vicente de Paúl radicaría en la ambición del ser humano y para Luisa de Marillac en el orgullo que impide que se cumplan los designios de Dios.

Ellos, en contraposición al sistema económico-tecnológico que prima en nuestros días, ven la mano de la Divina Providencia cuidando de cada uno de sus pasos. Esto entronca con el contenido de la Encíclica en el cuidado de todas la criaturas por parte de Dios, sobre todo, de los Pobres, porque decir Creación tiene que ver con el Proyecto de amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. Consiste en dejarnos invadir por el espíritu de compasión para tratar a los pobres con ternura como sus madres, como nos insistía Santa Luisa.

Hace falta una conversión ecológica, ética y moral, en la que se entienda al ser humano como criatura de Dios, coronado de gloria y dignidad. Y nosotras podemos comenzar con esta revolución desde la adoración al Padre, apostando por un estilo diferente, sencillo, austero, que humanice la técnica y dignifique la vida.

Sor Marita del Río, Madrid-San Vicente

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