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Orar-Acoger-Salir

Ejercicios Espirituales de la Familia Vicenciana 2017

“¡Mamá, hemos llegado los segundos!”

Eso decía mi hija de 8 años, con los ojos muy abiertos, poco después de entrar por la puerta de la Casa Provincial el jueves 7 de diciembre por la tarde. Yo sabía que se alegraba porque habíamos llegado pronto (aunque no los primeros, como a ella le habría gustado). Y es que no conozco a nadie que lleve a unos Ejercicios la ilusión que llevan estos niños que han crecido participando (a su manera) en los Ejercicios Espirituales de la Familia Vicenciana.

Esto puede resultar raro, porque la idea que solemos tener de unos Ejercicios Espirituales no es muy compatible con la participación de los niños. Pues bien, éste es uno de los rasgos llamativos de este peculiar retiro que se celebra desde hace unos cuantos años alrededor del ”puente de la Inmaculada”, y un ejemplo de la creatividad y la novedad que debe acompañar a nuestro carisma cuatro veces centenario. 

El esfuerzo y el atrevimiento de facilitar un espacio de oración también para las familias con niños pequeños se debe a la meritoria intuición de las Hijas de la Caridad y en especial de Sor Magdalena Herrera, que tiene la capacidad de hacer de un obstáculo un valor añadido. Y es un valor añadido porque así la FAMILIA está completa. Los mayores disfrutan y se enriquecen con la presencia y las aportaciones de los pequeños, se llevan un soplo de vida y de alegría. Los pequeños conocen y comparten la experiencia, la espiritualidad y el ejemplo de vida de los mayores. Los laicos traen a la oración las inquietudes y los retos que el mundo le presenta diariamente a su ser cristiano y vicenciano. Las Hermanas y los Padres transmiten la profundidad de su vocación y de su espiritualidad. El calor de la acogida mutua se siente con tanta naturalidad y sencillez, que no se puede menos que pensar que es obra del Espíritu. 

Mi agradecimiento personal como madre y como creyente por la peculiaridad de estos Ejercicios, que me permiten haber podido disfrutar de esta gran oportunidad, no puede hacerme olvidar toda la densidad de la reflexión propuesta por el Padre Paco. Las charlas, en conexión con los temas tratados en el Simposio de la Familia Vicenciana giraron en torno a tres ejes: ORAR-ACOGER-SALIR.

Sobre la oración ofreció valiosísimas ideas, recordándonos que es “ la brújula de todos los días”, cómo la oración que pedía San Vicente era sencilla, la de un contemplativo en la acción, pero con un valor fundamental porque “sin oración no podemos subsistir”. 

Sobre la acogida, más allá de acoger en momentos puntuales, recordaba la necesidad de tener la disposición profunda de ser acogedores, y empezar por acoger a Jesús y su programa de las Bienaventuranzas. Finalmente, incidía en que el amor es dinámico, nos hace salir de nosotros mismos. El que ama se levanta y se va al encuentro del otro, porque caridad y misión van de la mano. 

Las oraciones de la mañana y de la noche y las celebraciones han sido momentos de gran profundidad, con espacio para la meditación y la contemplación. Empezamos el jueves con la Vigilia de la Inmaculada. En la mañana del viernes meditamos en torno al nombre que Dios le dio a María y el que nos da a nosotros cuando estamos dispuestos a decir “¡Hágase!”. En la mañana del sábado la oración giró en torno a la actitud de estar en salida, siempre hacia los más pobres. En el acto penitencial el eje de reflexión fue la parábola del hijo pródigo. Especialmente impactante fue la última oración de la noche, con la invitación a sostener la Palabra y dejarse interpelar desde dentro por ella, y más todavía cuando la custodia del Señor en su Sagrada forma pasó por nuestras manos. Las palabras al compartir salían de lo hondo, llenas de emoción, tanta que algunos no éramos capaces de encontrar palabras.

Finalmente, en la Eucaristía de envío del domingo se recogieron los frutos de la reflexión, la oración y todos los momentos vividos, que nos llevaban a dar gracias con emoción y con el corazón renovado y lleno de entusiasmo. Nuestra mochila, al volver a casa, no se acaba de quedar vacía. En el fondo se quedan las ganas de volver a vivir esta experiencia de nuevo el próximo año, y no se quedarán olvidadas, porque ya se encargarán los niños de recordarnos en cuanto llegue el otoño que hay que sacar la mochila para los Ejercicios.

Pilar Bernabeu

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