El milagro de comer

A continuación, queremos compartir este artículo del diario tinerfeño El Día en el que recoge la labor de nuestro Comedor Social La Milagrosa. 

El artículo podéis verlo en la web de este diario en el siguiente enlace: El Milagro de comer. Nosotros lo reproducimos de forma íntegra en nuestra web agradeciendo que los medios de comunicación se sigan haciendo eco de nuestra labor.

El Milagro de comer

El Comedor social La Milagrosa, en La Noria, es la ‘tabla de salvación’ para un centenar de personas, porque para el hambre o la necesidad no existe el confinamiento.

“Esta crisis creo que va a ser peor que la anterior”. Es la percepción de Sor María del Carmen Hernández, Hija de la Caridad orotavense, que hace nueve años está al frente del Comedor social de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que regentan el Comedor de La Noria. Con una imperturbable sonrisa y como si el tiempo no pasara, accede a contar el día a día. A diario atienden a cien personas. Muchos son ocupas, que tienen techo pero no comida; otros deambulaban por las calles y ahora están en alguno de los cuatros nuevos albergues. Ahora vienen otros usuarios que cobraban en b o asistentas de hogar que se han quedado sin recursos.
Los bancos de la calle de La Noria se van poblando desde antes del mediodía a la espera de que abra el Comedor. En la sede del Organismo Autónomo de Fiestas, un cartel sobre la puerta cerrada que recomienda trámites por vía telemática. A su izquierda, el comedor social de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl. A la entrada, a la derecha, el despacho de la trabajadora social que se encarga de verificar la situación de los usuarios y estar en contacto con los servicios municipales de atención social. Si alguna persona viene a solicitar ayuda, se le atiende el primer día y se le explican y ayuda a realizar los pasos para que, tras acreditar que no tiene recursos económicos, pueda continuar beneficiándose del servicio, explica Sor María del Carmen Hernández.. Además, cuentan con otras cinco personas para cocina, limpieza, lavandería, papeleo administrativo, vigilancia o la ayuda en general de la casa…
Acudimos poco antes del mediodía y Sor María del Carmen ultima los preparativos en la cocina junto a Sor Elena o Sor Benedicta… que preparan como para ellas mismas el almuerzo.
Hasta que se decretó la alarma, un centenar de personas acudían a diario para almorzar. Pero llegó el confinamiento y se impusieron las medidas de seguridad, de la que son ajenas el hambre y la necesidad. Desde ese 13 de marzo se continúa con el ropero o la ducha, todos los lunes, miércoles y viernes, y en vez de reunir a los usuarios en dos turnos en el comedor se prepararan unas bolsas de alimentos para cumplir con las medidas decretadas por el Gobierno.
Las Hermanas intentan que siempre haya un primer plato caliente. Ayer, por ejemplo, tocó potaje de berros, con mucha carne como aporte de proteínas, más un bocadillo que respeta incluso el credo de los demandantes. Para los mulsulmanes se prepara con filete de pavo; para aquellas personas que no tienen esa limitación en la alimentación, ayer tocó de lomo adobado. La bolsa se completa con zumos, otro pan, algunas piezas de fruta y, “cuando se puede, porque hay, alguna golosina de esas dulcitas como una magdalena”, comenta con cariño.
Cuando hay potaje, al día siguiente toca pollo asado o tacos de vacuno, con salsa… Se intenta que no solo cubra el almuerzo, sino para el resto del día. Entre los beneficiarios no hay familias con hijos; cuando se conoce esa demanda, desde la comunidad se le sirve una compra.
Sor María del Carmen advierte un cambio en el perfil del demandante. Antes eran personas que estaban de ocupas o deambulaban por la ciudad. Muchos están ahora recogidos en algunos de los cuatro albergues que se distribuyen por la Isla con motivo de la pandemia, e incluso los usuarios de Café y Calor ya no salen, sino pasan la cuarentena en las instalaciones del servicio que presta Cáritas. Sin embargo, la demanda de ayuda no ha menguado, por lo que toda ayuda es poca, y si son donaciones de frutas o bollería, mejor. Ahora piden auxilio personas que cobraban en b o asistentas de hogar que se quedaron sin trabajo y sin recursos, como le ocurrió a una antigua usuaria que llamó el otro día al comedor para regalarle un centenar de mascarillas que hizo. No son las homologadas pero…
Ya es la una menos cuarto. “¿Puedo poner la música?”, le pregunta la trabajadora social a Sor María del Carmen, que le da su aprobación. Poco a poco van entrando, todos a lavarse las manos -norma de la casa y más en este tiempo- y se van con una sonrisa que algunos dibujan bajo la mascarilla y mientras se escucha la canción: “Resistiré”.
En el aire, una pregunta: ¿Qué pasará cuando se levante la cuarentena y no estén los alberges?

Las fotos son propiedad de: El Día / Delia Padrón.

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