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Una Pasión diferente

Este año el Señor ha pasado por nuestras vidas, durante la Semana Santa, y hemos vivido la Pasión del Señor de un modo diferente.

En Cuevas del Almanzora, desde una Residencia de personas mayores, con necesidad de apoyos para sus actividades básicas de la vida, para seguir viviendo y expresando NUESTRA Fe, La fe de NUESTROS padres, la Fe que trasmitimos a nuestros hijos y nietos.

Hemos vivido, celebrado la liturgia del Domingo de Ramos, con la bendición de las Palmas, y hemos aclamado al Señor Jesús, Hosanna Hey, y hemos procesionado con nuestras sillas de ruedas, hasta Jerusalén, y al igual que el pueblo judío, hemos esperado que Jesús nos salve de nuestros miedos, nuestros dolores, de nuestras angustias, de nuestras soledades… 

Nos sentimos especiales porque nos invitó a una Cena, a la Cena Pascual, y estuvimos invitados las personas mayores de la Residencia, los niños y niñas del Hogar, los familiares de las personas mayores, las personas del pueblo, vecinos cercanos, en nuestro caminar diario, las Hijas de la Caridad que comparten la vida con los pequeños y los ancianos. 

Las palabras del Señor esponjaron nuestro corazón, y los gestos de SERVICIO Y ENTREGA A LOS HERMANOS, hizo que sobraran las sillas de ruedas, sobraban las muletas, no importaba tener 9 años u 85 años, pues AMAR CON MAYUSCULAS COMO EL SEÑOR NOS AMA , NO DEPENDE DE LA EDAD, depende de NUESTRO CORAZÓN GENEROSO, DEL SERVICIO AL HERMANO CERCANO, DE GESTOS SENCILLOS Y SINCEROS…

La tarde se pasó acompañando al Señor, en silencio ante el Monumento: a veces dormida como los discípulos en el huerto de los olivos, y a veces orando junto Él, pidiéndole fuerzas en mi DEBILIDAD, en mis MUCHOS AÑOS.

Viernes santo. EL AMOR DEL SEÑOR POR NOSOTROS ES INMENSO Y NUNCA VARÍA, SIEMPRE ES INMENSO, Y NO DEPENDE DE LO QUE YO HAGA: ES SIEMPRE INMENSO…, Son las palabras del sacerdote mejicano que celebró el santo oficio de Viernes Santo en la Residencia. Nos decía que nunca lo olvidáramos, que no tuviésemos miedo, que confiáramos en el Señor.

La prueba mayor de ese Amor era su entrega en la Cruz, su muerte, en la cruz., 

Muchas de las mujeres mayores de la Residencia hemos vivido la experiencia de haber enterrado un hijo, como María, El sábado Santo, acompañamos a María la Virgen en su dolor. Y mi dolor por la pérdida de mi hijo se hizo vivo y entendí el dolor de María, el dolor de esa madre, y pensé que su dolor sería más grande, porque su hijo fue muerto en la cruz, como si fuese un asesino, a la vista de todos.

Muchos años, ninguno me había preparado para vivir la Pasión de esta manera, tan sencilla, sin tanto pasos, sin tanta banda de música, que todo eso es bonito y cuando era mucho más joven, lo disfruté.

Este año, el Domingo de Resurrección me llegó como una luz, una ESPERANZA, CRISTO HA RESUCITADO Y RESUCITAREMOS CON ÉL.

Los miedos, la soledad ya no es tanta, el encuentro con Cristo Resucitado es una CERTEZA, UNA ALEGRIA, UNA ESPERANZA Y UNA ESPERA.

UNA RESIDENTE

 

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