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Encuentro Interprovincial de Hermanas de 18 a 26 años de Vocación

El día 26 de julio comenzamos nuestro Encuentro, las Hermanas de 18 a 26 años de vocación; nos reunimos en Villa Milagrosa- Paseo de Ayete, en San Sebastián, casa de la Provincia España- Norte.

El tema del Encuentro fue “Realismo y Utopía”, dirigido por Guillermo Campuzano, CM.

“No es lícito definir como utópico algo en lo que todavía no hemos puesto a prueba toda nuestra fuerza y nuestra convicción” (Martín Buber).

Comenzamos definiendo lo que es la utopía, viendo que esta precede al abismo, sin un horizonte que nos llame permanentemente (utopía) caeremos en la náusea existencial (puro realismo), la realidad sin el filtro de la utopía es insoportable. Vimos la utopía y el realismo en la historia de la humanidad, nuestra vocación profética reclama una apertura constante y una presencia “densa” -acto radical de la fe hoy- más que extensa en el mundo en el que vivimos.

Nos pertenecemos el uno al otro, esta es la base del fracaso de la lucha de la pandemia mundial. No se puede encontrar la dignidad del otro sino hay dignidad en la propia historia, aquí podemos situar el cuidado de la “casa común”, pero antes de esto, echamos la vista atrás en nuestro carisma, viendo cómo San Vicente después del fracaso de la primera tentativa de la reforma después de Trento, el problema del clero se agudizó por los años en torno a 1625; San Vicente preparó las bases del futuro. Un cristianismo más vivo, agitado por la nueva levadura, un clero digno, consciente de todas las dimensiones de su sacerdocio y totalmente entregado a su vocación; una Iglesia fraternal, abierta a todos y más comprometida con los pobres; una religión más humana, en la que Cristo habla al corazón: todo aquello que más queremos en la Iglesia hoy se encuentra en Monsieur Vicent, en sus palabras y en sus actos.

Todas las iniciativas de renovación emprendidas por Vicente han brotado de la búsqueda humilde de la voluntad de Dios, implorada constantemente y seguid paso a paso en el corazón mismo de la Iglesia, San Vicente fue un reformador creativo, desde lo pequeño, tuvo confianza y empoderamiento en la mujer y en los laicos. San Vicente quiso reformar el clero; hoy el papa Francisco también quiere des-clericalizar el clero.

La Iglesia esté en el mundo para ser sacramento visible de Cristo, sierva y signo del Reino.

La realidad y la historia reclaman la sinodalidad:

  • Pérdida de credibilidad de la Iglesia…más allá de los escándalos.
  • Hay una común vocación humana y cristiana.
  • El encuentro, signo de los tiempos, encontrarse como iguales/distintos es todo.
  • La nueva comprensión de la vida desde la clave INTER.
  • Secularismo y nuevas espiritualidades.
  • Predominante rol del laicado en la Iglesia…los laicos no quieren ser solo colaboradores sino corresponsables.
  • La mujer sigue sosteniendo a la Iglesia en un silencio sumiso.

El papa Francisco intenta recuperar la credibilidad de la Iglesia en sus encíclicas y exhortaciones: en la Evangelii Gaudium, vemos la necesidad de lo social, en la Laudato Si, la necesidad ecológica, y en la Fratelli Tutti, la necesidad antropológica. El telón de fondo de las ideas expresadas en esta última encíclica intenta dar forma a una utopía cristiana en los bordes del capitalismo, es la reivindicación de un fundamento transcendente para las ideas de igualdad y fraternidad. No pasa desapercibido que el Papa pretende colocar al catolicismo como una fuerza capaz de aglutinar a diferentes voces anti-neoliberales a lo largo y a lo ancho del mundo.

El Papa junta al menos dos tradiciones de pensamiento en el interior de la Iglesia:

  1. El catolicismo social que surge en la Europa del s. XIX y se desarrolla en las primeras décadas del s. XX.
  2. Y variantes particulares de las “teologías liberacionistas” de las décadas de 1960 y 1970, Sus posiciones han sido influenciadas por la vertiente argentina conocida como Teología del Pueblo, que reivindica la cultura popular y a las clases populares como diques de contención a una globalización de corte neoliberal.

El carácter eclesial de la Familia Vicenciana.

Por la fidelidad a nuestra propia vocación contribuimos a edificar la Iglesia a fin de que todos lleguemos a la unidad de la fe y al conocimiento del Hijo de Dios. Nuestra pertenencia a la Iglesia nos compromete en su tarea pastoral y en su conversión permanente. La familia Vicenciana debe entender su propia vida en el seno de la Iglesia y su misión como un envío de la Iglesia misma.

El significado del Carisma en tiempos de reforma:

  1. La actualidad y pertenencia del carisma vicenciano en relación esencial con el proyecto del Reino.
  2. El seguimiento de Jesús dentro de esta familia carismática.
  3. La reforma desde adentro de nuestra experiencia común, que suma a la reforma del todo.
  4. Acción en RED, incidencia política, cambio sistémico, la profecía de la caridad samaritana.

La utopía de la Caridad en el horizonte de la Compañía.

La Comunidad no está hecha, se hace cada día. La vida se hace soltando, no se hace con lo que uno acumula, sino con lo que uno suelta. En nuestros encuentros escuchamos que la vida clama al interior de nuestras comunidades; si escuchamos ese desencanto y le damos respuesta, lograremos una re-significación de nuestra teología y nuestra praxis, de nuestra vida y misión, como la Iglesia toda, la Compañía es hoy un campo de misión. Ante esto nos preguntamos ¿es posible la auto-conciencia y la auto-responsabilidad sin auto-referencialidad?

Nuestro gemido común… es el grito de la caridad

Una comunidad gime y clama precisamente porque es vida y está viva, porque es una vida preñada de pasión, de fervor, de deseos de Dios, de esperanza, de anhelos del Reino…nuestro grito más hondo es el lugar donde se cuida la vida.

La finalidad en el amor es el silencio del corazón, el fervor del amor es el clamor del corazón, mientras la caridad permanece, está clamando siempre.

Nosotros y nuestro carisma somos portadores de una parte de la simiente de la vida…de la utopía que se ha confiado a tantos pueblos de la tierra. Este es un germen de vida escondido en el corazón del carisma, un carisma que no nos pertenece a nosotros porque le pertenece al Reino de Dios y su justicia.
La vitalidad y relevancia del carisma solo se pueden garantizar si esta conexión se mantiene viva. El carisma vicenciano es pro-cultural… estamos en las encrucijadas de la historia, al lado de los pobres de la tierra y de la tierra misma y nuestro horizonte es el mismo: Un nuevo cielo y una tierra nueva.

Desde nuestra humanidad creyente podemos decir que lo importante no es el QUÉ o el DÓNDE o bajo QUÉ ESTRUCTURA… lo importante está en el CÓMO.

Nuestro Carisma tiene una tremenda capacidad de sobrevivencia y de adaptación… la fecundidad carismática y el don de la Compañía no han sucedido sin la fecundidad, la capacidad de sobrevivencia y el don el corazón y el vientre de las Hijas de la Caridad.

Tenemos tres llamadas a nuestra humanidad desde una realidad marcada por la in-humanidad:

  • La llamada a la mística desde el asombro radical. Nuestro objetivo debe ser vivir con un asombro radical (ver con los ojos de los pobres). Recuperar nuestra capacidad celebrativa y simbólica… Todo lo que está ahí es don para ser agradecido. Nunca tratemos la vida casualmente. “Ser espiritual es asombrarse permanentemente”. Tenemos que vencer la monotonía.
  • La llamada a la profecía desde la disponibilidad radical. La Compañía en camino hacia una tierra nueva, que facilite el nacimiento de una nueva época… desde la relectura del Carisma.
  • La llamada a la comunión desde la reconciliación radical. Es una llamada urgente a una reconciliación que es radical, que va a las raíces. Demasiadas iniciativas para la reconciliación en nosotras y afuera, no eliminan las malas hierbas en la raíz y por lo tanto, no llegan a completar el trabajo requerido. La verdadera reconciliación es radical. La comunión es una profecía y una mística en si misma…

Después de estos cuatro días de formación intensa, el día 30 de julio salimos hacia el Berceau, con el fin de ir a “beber de nuestras fuentes” y nada mejor que visitar la cuna de San Vicente. Celebramos allí la Eucaristía, reavivando el compromiso de ser continuadoras del proyecto de amor y servicio que iniciaron nuestros Fundadores.

Con la renovación de las promesas del Bautismo dimos por finalizados estos días de formación que nos han fortalecido para tener la energía suficiente para llegar a nuestras Comunidades con la gratitud de ser Hijas de la Caridad, hoy y siempre.

Damos las gracias al Padre Guillermo Campuzano, por su saber transmitir con libertad y entusiasmo el verdadero sentido de nuestra vocación vicenciana.

Gracias a las Consejeras de Formación por brindarnos esta oportunidad de encuentro entre nosotras y con el Señor.

Gracias a las Hermanas de la Casa que con tanto detalle nos han faciltiado todo para que la convivencia y la formación se hayan podido realizar con todas las garantías y comodidad..

Sor Elena Gómez, Sor Isabel Herrero, Sor Charo Navas y Sor Analí Neira
(Provincia Madrid – San Vicente)

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