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Fiesta fin de curso en Cabra

Una tarde en el museo… con San Vicente

En una tarde muy especial, aproximadamente a las ocho y media de la tarde del día 21 de junio daba comienzo nuestra fiesta fin de curso 2017. Con mucha ilusión, alegría y, por supuesto, nervios, se preparaban entre bambalinas los actores. Daban la bienvenida a todos y hacían una breve introducción sor Emilia y Conchi, nuestras directoras. Este año, con motivo del 400 aniversario de la fundación del carisma vicenciano, íbamos a tener la suerte de conocer la vida de san Vicente de Paul con más detalle.

Se daban los últimos retoques al vestuario y maquillaje, cuando el cuerpo de danza española, compuesto por alumnos y antiguos alumnos del centro, deleitaba, con su gracia habitual, a todos los presentes a ritmo de pasodoble.

Era el comienzo del verano cuando la vibrante primavera da paso a la sinfonía de frutos en sazón que saboreamos en el estío. Flotaba en el aire cierto halo de misterio que envolvía las puertas de un Museo excepcional sobre la vida de san Vicente. Nada hacía imaginar lo que sucedería tras las adustas vidrieras de la fachada del museo y sus imponentes columnas…

Un grupo de jóvenes, junto con su profesor se encaminan hacia este lugar. Van a conocer la vida del gran santo de la caridad a través de unas obras de arte plagadas de personajes, a veces cotidianos, a veces épicos y, todos ellos, a la vez, testigos vivos de las grandes obras que Vicente de Paul realizó a lo largo de su vida en favor de los pobres. Sí, digo bien: “¡testigos vivos!”. Ya que los cuadros de este museo son mágicos y cobran vida conforme va sucediendo su presentación. Los distintos personajes surgen, se entremezclan, y actualizan la vida de Vicente acercándonos su ejemplo y enseñanzas al momento presente.

Todo comienza allá en la comarca de Las Landas, con la vida sencilla de un Vicente niño en las tierras de labor de su familia. Aparece cómo cuida de las gallinas y los patitos de la granja de su familia.

Continuamos la visita al museo de san Vicente. Ahora lo encontramos siendo un muchacho ayudando a sembrar el campo a su padre. Historia y realidad entran en diálogo y podemos contemplar y reflexionar sobre los esfuerzos que hacen sus padres cuando venden uno de los mejores bueyes para que pueda ir a la universidad y, años más tarde, ser nombrado sacerdote.

Más adelante, con los reyes de Francia, como consejero de la reina Margarita de Francia, y capellán de las galeras reales. Comprometido con la causa de los que sufren, sensible al dolor de Cristo que le llama en los más pobres, se propone socorrer en cuerpo y alma a todos los pobres que pudiera atender. Hacía lo que le dictaba su corazón y sus esfuerzos eran bendecidos por Dios. ¡Qué gran corazón tenía Vicente! No se sentía satisfecho con su vida si no era poniéndose en el lugar de los más necesitados y dando solución a sus problemas. Y, como no llegaba a todas partes, buscó y encontró colaboradores y colaboradoras entre las que destacó santa Luisa de Marillac que le ayudó a organizar para poder servir mejor. Fundó la Congregación de la Misión, la Compañía de las Hijas de la Caridad, las Caridades, las Damas de la Caridad, todos unidos, a lo largo de los siglos, en una cadena de generaciones que viven el carisma vicenciano y llegan hasta hoy… Porque lo mismo que Vicente y Luisa en el siglo diecisiete ayudaban y se desvivían por los desprovistos de todo, hoy, toda la familia vicenciana atiende a niños, enfermos, mayores, inmigrantes, reclusos, transeúntes, a todo tipo de pobres y en todas partes…

¿Hace cuatrocientos años?… ¿Pero no es Hoy y Aquí?

¡Sí! ¡Hoy, y desde hace cuatrocientos años!: “SOMOS UNA MAREA DE GENTE, TODOS DIFERENTES, REMANDO AL MISMO COMPÁS”.

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