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Nuestra primera Asamblea Provincial

“Y le trajeron a uno que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera la mano sobre él. Entonces Jesús,… levantando los ojos al cielo, suspiró profundamente y le dijo: ¡Effatá! esto es: ¡Ábrete! Al instante se abrieron sus oídos, y desapareció el impedimento de su lengua, y hablaba con claridad…”

Mc. 7, 32-37

En esta Asamblea, como el ciego, nos hemos dejado tocar por Jesús, por su mano, por esa experiencia de ¡Ephata! que hace abrir el corazón y el entendimiento a aquello que nos supera y trasciende, siempre para ir y mirar más allá en busca de los más pobres y encontrarnos con ellos.

Las circunstancias con las que emprendíamos nuestra Asamblea Provincial venían cargadas de matices de incertidumbre, de “ceguera”, inquietud y hasta cierta inseguridad. Emociones que bien podrían ser las mismas que vivía el ciego antes de encontrarse con Jesús. Por ello, “tomarnos el pulso” como Provincia y como Compañía, vivir, como nos dejó escrito sor Kathleen Appler en su carta introductoria al Directorio de la Asamblea, este “tiempo de gracia, un tiempo de oración y de reflexión, un tiempo de intercambio fraterno y de discernimiento” suponía un reto mayor.

Cuando comenzamos las Asambleas Domésticas, no éramos capaces de proyectar el futuro con todos los cambios que hemos sufrido estos meses, pero la Compañía, la Provincia, cada una de nosotras no fue pensada por Dios para paralizarse, acomodarse y conformarse, sino para traducir las palabras de san Vicente al hoy: “Dios la hará llegar (a la Compañía) al estado en que la quiere”. Un estado que está por construir y del cual somos responsables, una puerta que en esta Asamblea hemos franqueado para mirar hacia “el futuro con esperanza” sabiéndonos guiadas por la acción del Espíritu Santo.

Y, así, con esta certeza, con la fuerza renovadora de quien se encuentra con Jesús y se deja mirar por Él para mirar a sus hermanos más necesitados, como le ocurrió al ciego, cada una de las Delegadas de la Asamblea hicimos realidad las palabras de sor Kathleen Appler y pusimos nuestro granito de arena para el crecimiento de la pequeña Compañía.

La acción del Espíritu, el ambiente fraterno, la alegría del encuentro y la experiencia de común-unión con las hermanas que se hacían presentes a través de los medios tecnológicos eran los ingredientes necesarios para el buen hacer y que la Asamblea de este año diera fruto.

Ha sido nuestra primera Asamblea, seguramente por el hecho de ser la primera ya deja una huella concreta en el camino recorrido, pero sin duda, esta lo va a dejar con mayor profundidad. Según dicen, ha sido más corta, con intervenciones más concretas, con menos capacidad para el intercambio entre las hermanas, más estricta por las medidas que había que mantener,… muchos “peros” que solo Dios sabe porqué y para qué pero que, para nosotras, son motivo de dar gracias a Dios.

Gracias por haber podido celebrar la Asamblea con intensidad y entusiasmo

Gracias por el tiempo compartido, por el encuentro y reencuentro con muchas hermanas

Gracias por la memoria agradecida a la labor de aquellas que ya no están

Gracias por el amor fraterno palpable y vivido entre las que estaban y las que se conectaban.

Gracias por la experiencia y aportación de quienes llevan más camino recorrido y siguen viendo y viviendo la Compañía con ilusión

Gracias por el impulso y proyección de una Compañía que sigue avanzando en busca de los más pobres

Gracias por no dejarse caer en el desasosiego y el miedo

Gracias por soñar con una Compañía adaptada y cercana a los hombres y mujeres de su tiempo

Gracias por…

Franquear la puerta…

Ir hacia…

Encontrarnos…

Sor Belén y Sor Lucía

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