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Bajo el marco de la Cuaresma

Jornadas de Interiorización: La Zubia 2017

“Vengo aquí mi Señor a olvidar las prisas de mi vida. Ahora sólo importas Tú, dale Tu paz a mi alma”

Supongo que estos versos de la canción sería lo que rondaría por la cabeza de muchos de nosotros cuando el viernes, 10 de marzo, nos sentamos en el semicírculo de una de las salas de la residencia que las hermanas regentan en La Zubia, Granada, para comenzar las jornadas de interiorización propuestas por las consejeras de obras sociales, hogares y residencia, en el marco de la cuaresma.

Muchos de nosotros respondimos “sí” al encuentro un poco a ciegas, pero otros, ya venían de haber compartido la experiencia el año anterior y era tal el entusiasmo con que recordaban la jornada pasada, que nos contagiaron a los que acudíamos por primera vez.

Tras los “me llamo Lola”, o “yo no tenía ganas de venir”, o “estaba deseando volver”, o “vengo del hogar de Ujíjar”… se habían derribado ya las primeras reservas y, uno a uno, fuimos contando lo que esperábamos de esos dos días que teníamos por delante. Las motivaciones, diversas, pero en casi todos había un denominador común, las ganas y unas expectativas optimistas.

No sabría decir con exactitud el número de hermanas y de seglares que allí estábamos congregados; yo tengo la impresión de que más o menos había un 50% de cada grupo. Gran ejemplo de esta “misión compartida” a la que empezamos a dar forma.

En el año en el que celebramos el 400 aniversario de la fundación del Carisma, era de recibo que la formación se encaminara a profundizar en uno de los pilares, la figura de San Vicente de Paúl. Lo colorido de las herramientas (película, trabajo en grupo, charlas…), y las buenas dotes de orador del padre Miguel, nos ayudaron a profundizar y acercarnos hasta dejarnos tocar por su vida y, sobre todo, su obra…. Y por “su mirada” que nos interpelaba.

En la tarde del sábado tuvimos oportunidad de acercarnos al sacramento del perdón. Personalmente, debo decir que para mí este fue uno de los momentos de mayor profundidad e intimidad con Dios. El gesto de volvernos de cara al sacerdote para expresar cómo el pecado nos pone de espaldas a Dios, para, más adelante, recibir el perdón y sentirte limpia y amada en tu debilidad, es renovador y toca lo más íntimo del corazón.

El domingo también vendría cargado de formación sobre la figura de Vicente de Paul; aunque este era el día de la celebración de la eucaristía, la fiesta, preparada y participada por todos. Recibir al Señor en nuestra casa, en comunión con tantos otros que dedican su día a día al servicio de Cristo encarnado en los más pobres de esta sociedad del siglo XXI que continúa excluyendo y marginando.

No se puede dar lo que no se tiene, por tanto necesitamos nutrirnos, recargar nuestras pilas que tantas veces se nos desgastan en los avatares de nuestra labor diaria, que no es fácil (nadie dijo que lo fuera). Tenemos la oportunidad de encontrarnos a diario cara a cara con el Señor encarnado, y eso es una gran suerte, pero necesitamos de algo que sostenga esa sonrisa y esa ternura que Vicente le encargó a sor Juana.

Reza el refrán que “de bien nacidos es ser agradecidos” así que desde estas líneas aprovecho para dar las gracias a las hermanas de la casa y al personal que tan atentamente y tan bien nos han cuidado y atendido estos días, nos hicieron sentir como en casa y nos han atendido con mucho cariño.

Cuando el Señor convoca, nunca defrauda. Durante estos días hemos podido disfrutar de unos momentos estupendos de comunión, acercándonos a personas que no conocíamos y con las que tanto tenemos en común, hemos trabajado y celebrado y, sin duda, cargado las pilas para volver a la miés.

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