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En el Día de Pentecostés

Sor Salud Jiménez Sigüenza emite los votos por primera vez

Sor Salud Jiménez Sigüenza, Hija de la Caridad, de la Provincia España-Sur, ha emitido por primera vez los Votos el día 23 de mayo, domingo de Pentecostés.

Aquí ofrecemos la ambientación y la homilía de la Eucaristía, que recogen muy bien lo vivido por Sor Salud en este día tan importante y significativo para ella y para las Hermanas que tuvimos la suerte de poder acompañarla. 

 

AMBIENTACIÓN DE LA EUCARISTÍA DE EMISIÓN DE LOS VOTOS POR PRIMERA VEZ DE SOR SALUD JIMÉNEZ SIGÜENZA 

Hoy celebramos, en la Iglesia, la fiesta de Pentecostés. Este hermoso día nos remite al momento en el que los discípulos estaban reunidos, junto a María,  orando y recibieron al Espíritu Santo. Algunos, quizás,  todavía tenían miedo, otros aún con la sorpresa de la Resurrección de Jesús. Todos querían reorientar sus vidas y este hecho crucial las marcó para siempre.

Para los discípulos, Pentecostés fue el momento definitivo:

  • para acoger en el corazón a Cristo resucitado, 
  • para pasar de reunirse en comunidad a entrar en la dinámica de vivir en fraternidad, 
  • para superar el egoísmo desde la gratuidad y entrega, 
  • para acercase a los demás con un corazón nuevo, lleno de esperanza, paz y perdón
  • para dejarse transformar y anunciar al mundo, con valentía, el mensaje de Jesús.

Es muy significativa esta festividad que ha elegido, Sor Salud, para emitir los votos por primera vez y para ratificarse en su vocación de Hija de la Caridad. Ciertamente el Espíritu Santo la ha ido conduciendo a lo largo de su vida, le ha dado alas para volar, le ha fortalecido en las dificultades y la ha ido convirtiendo en lo que hoy es: una sencilla cristiana, entregada a Dios para servir a Cristo en los pobres desde las virtudes evangélicas de humildad, sencillez y caridad.

Deseamos que este día aumente su alegría y su entrega como Hija de la Caridad y la siga capacitando  en su configuración progresiva con Cristo.

Pedimos para ella, como lo haría Santa Luisa, la bendición de Dios, y la gracia de perseverar en su vocación para que pueda seguir sirviéndole en la forma y lugar que el Señor le pida en cada momento. 

Que el Espíritu Santo  derrame sus dones, sobre todos los presentes, para poder seguir siendo sus testigos en medio del mundo.

Aquí puedes descargar la Ambientación

 

HOMILÍA

Querida sor Salud:

La experiencia del tiempo pascual que hoy llega a su fin con la gran solemnidad de Pentecostés podemos sintetizarla con esta cita bíblica que hemos escuchado durante este tiempo: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Llegar a percibir en toda su riqueza y profundidad esta afirmación y verdad, supone haber caminado durante mucho tiempo al lado de nuestro hermano mayor, como nos dijo el jueves pasado el Cardenal Cristóbal López, con su lenguaje tan cercano y coloquial; o mejor, desde un lenguaje más bíblico, del Maestro. Supone haber convivido con Él, haberse alimentado y enriquecido con sus palabras, con sus obras, con su amor, compasión y perdón… y haber temido zozobrar en más de una ocasión por la falta de fe. Ser capaces de entender el venid y lo veréis; el coger la cruz y seguirle; el dejar de mirar atrás; el ser capaces de velar y orar una hora; el ayunar a tantas cosas, porque solo una es necesaria; el renunciar a ser el primero, excepto para servir… Porque según las Escrituras, la vida, si se pierde por amor, se gana para Dios y los pobres. Esto es la Pascua y Pentecostés, la Resurrección y la vida, la Ascensión y la gloria. Esto es la experiencia de todo llamado, del discípulo, y esto es la vocación: llenarte del amor más sublime y resistirte a la tentación de guardarlo para ti.

En Jesucristo han saciado su hambre y sed los testigos de su amor, todos los santos y elegidos por el Señor, como san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, a los que después de largos procesos de conversión, el Señor les permite testimoniar con sus vidas y obras, desde el don del carisma que les ha inspirado, la misión a la que han sido llamados. Por eso cada comienzo de una obra, de una nueva misión, es un nuevo Pentecostés, donde el Señor os envía a confesar su nombre en la diversidad de lenguas. Y vosotras, confiadas y entregadas a su palabra volvéis a echar las redes: “en tu nombre Señor”. 

Santa Luisa recibe la iluminación, como bien sabes, un día de Pentecostés, como hoy, oyendo la Misa, como nosotros, y su espíritu queda iluminado acerca de sus dudas, aunque necesite seguir discerniendo, de la mano de san Vicente, la voluntad de Dios. A ejemplo de María y los apóstoles, desde su casa, convertida en cenáculo,  recibe a las primeras jóvenes, que alaban a Dios y son bien vistas por el pueblo; y día tras día el Señor va agregando a las que se iban salvando.

Querida Sor Salud, solemne y simbólico día has elegido para hacer los votos y entregarte por amor definitivamente a Dios en esta gran familia, que te abre el corazón y te ofrece lo que son y tienen: por monasterio las casas de los enfermos, por celda un cuarto de alquiler, por capilla la iglesia de la parroquia, por claustro las calles de la ciudad, por clausura la obediencia, por rejas el temor de Dios, por velo la santa modestia. Y pone en tus manos el tesoro custodiado desde antiguo: los pobres. Porque tus fundadores no te quieren religiosa, sino muy insertada en el mundo, para poder responder, en cada momento, a las nuevas expresiones de la pobreza, desde el carisma que el Señor os inspiró, como garantes y en respuesta a vuestro lema: Caritas Christi urget nos. 

Vuestra Superiora General, en su carta de 2 de febrero pasado, explica muy claramente el sentido de los consejos evangélicos que vas a emitir hoy por primera vez, a la luz de las Constituciones: “Respuesta de amor a una llamada del Amor”. En efecto, te dice sor Françoise, que son dones de Dios que hay que acoger y hacer fructificar. Están ahí para hacerte amar más y mejor, para ayudarte a ser discípula de Jesús, Aquel a quien has elegido seguir como compañero de camino, casto, pobre, obediente… y Siervo.  Por eso hoy, «Acoges la castidad para ensanchar tu corazón», «Eliges la pobreza para compartir mejor», «Amas la obediencia para servir mejor juntas»… Todo está orientado hacia el servicio y los votos están impregnados del servicio a los pobres. Este es el carisma transmitido de generación en generación, del que dijo Sor Kathleen, que es urgente y de credibilidad vigente.

San Vicente, hablando sobre el espíritu de la Compañía os dijo que mientras la caridad, la humildad y la sencillez existan entre vosotras, podrá decirse: “la Compañía de la Caridad vive todavía”. Este es el testigo, el legado y el reto que tú hoy, desde tu amor y libertad, en respuesta al amor a Dios y a los pobres asumes y con la gracia de Dios llevarás a plenitud, porque ya no vives para ti, sino para Juan, que es el niño de tus ojos, o mejor, tú eres los ojos de este niño; para Johnny, por el que pierdes los sentidos; y por todos los demás, que te necesitan mucho, amas mucho y pierdes el sueño… ya que es Cristo quien vive en ellos.

Que María, la única madre de la Compañía, que acompañó a los Apóstoles en la venida del Espíritu en Pentecostés, te acompañe y sostenga siempre en el servicio a los pobres. Gracias por tu SÍ. Enhorabuena, sor Salud, Hija de la Caridad.

Aquí puedes descargar la Homilía

 

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