Encuentro Obras Sociales

El tesoro escondido

El pasado 7 de diciembre celebramos en la Casa Provincial un entrañable ENCUENTRO. Estábamos convocados usuarios, Hermanas, voluntarios y trabajadores de diferentes obras sociales que realizan su servicio con personas en situación de exclusión social. La convocatoria a este encuentro pudiera resultar llamativa. ¿No les damos de comer cada día?, ¿no viven en nuestras casas?, ¿no curamos sus heridas y los acompañamos en su enfermedad?, ¿qué más tenemos que hacer?

La situación en la que muchas de las personas con las que trabajamos llegan a nuestras Casas, el síntoma con el que llegan, y la gravedad del mismo, nos puede cegar tanto que, con frecuencia, podemos caer en la tentación de relacionarnos con esas personas como si sólo fuese eso. Como si sólo fuese un sintecho, parado, enfermo de sida, un desahuciado, etc.

En ocasiones, son los mismos acogidos en nuestras Casas los que se definen a sí mismos como pobres. Todos sabemos de la dificultad de un bache importante y profundo. No hay soluciones mágicas. Pero si no hay un puente para salvar el abismo en el que se encuentran, difícilmente van a poder cruzar la otra orilla. Todos, supongo, tenemos la experiencia de estar en una u otra orilla a lo largo de diferentes momentos de nuestra vida: cuando hemos enfermado, han fallecido seres queridos…, pero afortunadamente, esas situaciones pasan, y sabemos sobreponernos a la dificultad.

Todos somos muchas cosas a la vez. Cuando conseguimos relacionarnos con el corazón de la persona podemos ver que entre el otro y yo no hay tanta diferencia. Que si sabemos despojar a esa persona del envoltorio del síntoma, tú y yo nos parecemos bastante.

Y si nos parecemos tanto, ¿cómo no ofrecer al acogido en nuestras Casas aquello que es tan importante para nosotros? Si el mayor tesoro que como personas creyentes tenemos es la fe, ¿cómo no compartirla con otro?

Éste fue el sentido que tenía la convocatoria a este Encuentro: Tener un espacio para conocernos, compartir en grupo, celebrar la Reconciliación, la Eucaristía e incluso algunos momentos lúdicos.

El día de retiro fue un regalo para el alma. Fue algo novedoso, quizá atrevido. Pero cuando uno encuentra un tesoro, difícilmente puede quedarse callado sin más y esconderlo. No puede dejar de compartirlo con otros y mostrar la causa de su alegría.

Tras la presentación del día y la introducción por parte de Sor Magdalena y del Padre Eblerino, pasamos a tener un momento de compartir en grupo y de celebrar el sacramento de la Reconciliación. Fue llamativo el respeto y la masiva afluencia que tuvo este momento. Incluso, fuimos testigos de cómo algunas personas que no profesan la religión católica quisieron acercarse al sacerdote para charlar y compartir. Tras la comida, que se desarrolló en un ambiente festivo, pasamos al salón de actos donde un grupo de acogidos del Centro “Miguel Mañara” representó la parábola del “Buen Samaritano”, que nos emocionó a todos. Aún nos resuena con fuerzas el mensaje: “Ve y haz tú lo mismo”. Como nos dijo una espectadora al acabar de ver la representación: “¡Vaya examen de conciencia!”.

Como broche de oro a este espléndido día, concluimos con la celebración eucarística que nos llenó de gozo y alegría. Acabamos con la certeza de que fue una magnífica experiencia que dio un fuerte impulso a sus vidas, y que la atención integral y promoción de las personas que llegan a nuestras Casas pasa también por compartir nuestro mayor tesoro.

Auxiliadora García

Psicóloga- Miguel Mañara

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