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Apertura del Cincuentenario del Colegio Virgen Milagrosa

Si habéis estado alguna vez en un concierto de música clásica, habréis vivido ese momento, para mí mágico, en que cada miembro de la orquesta afina su instrumento o lo prepara para el concierto, otros se van sentando, adaptando sus asientos, preparando sus atriles… Algunos comentan con los compañeros, sonríen nerviosos o simplemente se concentran. Es, como decía antes, mágico. Un caos mágico que contagia al público, que hace sentir al que espera un cosquilleo de nervios y de emoción, de esa sensación de que uno está ante un espectáculo único. Luego, tras algún carraspeo de advertencia, entra el director de orquesta y el silencio, el orden y la armonía van domeñando al bello caos precedente.

Esta fue mi sensación al entrar al acto de apertura del 50 aniversario del Colegio Virgen Milagrosa de Sevilla. Entre el respetable se encontraban las maestras y profesoras jubiladas o jubilosas, como gustan de llamarse con cariño entre ellas; también los docentes en activo y personal del colegio en la actualidad; antiguos alumnos y antiguas alumnas de varias generaciones; algunas de estas asistían, también, en calidad de madres; alumnos y alumnas que hoy llenan nuestras aulas, muchos con sus familias;  la dirección del AMPA “La Medalla” y, sobre todo, coloreando de azul el auditorio, las que fueron, son y serán el corazón vivo de este colegio, las Hijas de la Caridad, impregnando del carisma de San Vicente y Santa Luisa el pabellón que acogía tan solemne acto. Todo este selecto grupo de invitados formaba una alegre algarabía de saludos, sonrisas, anécdotas y recuerdos que hicieron que el comienzo del acto se demorase quince minutos.

Mientras, en el escenario, Sor María del Carmen Polo, antigua directora del Centro y actual Visitadora Provincial  de las Hijas de la Caridad  España Sur;  Sor Pilar Rendón, Directora Titular del Colegio y predecesora de la anterior; Eva Villar, directora pedagógica de ESO, bachillerato y ciclos formativos; Ana María Vergara, directora pedagógica de primaria e Inés Moreno, profesora del centro y presentadora del acto, preparaban sus papeles, como si de la afinación de instrumentos se tratase y comentaban entre ellas, mientras dirigían miradas al alborotado público, hasta que apareció la esperada directora de la orquesta, Mª de los Ángeles Repetto (nuestra querida Lala) y se hizo el silencio y comenzó el concierto.

La sinfonía fue maravillosa. Inés, la sutil conductora, dio paso a Lala, primera directora y fundadora del Centro Virgen Milagrosa en el año 1969, que, desde el principio, colocó a Nuestra Madre Milagrosa al frente del evento. Pronto se arrancaron los primeros aplausos, fruto de la emoción al recordar a Sor Benicia, la hermana que ideó el colegio y puso a Lala al frente, con dos objetivos fundamentales: propagar la devoción a la Virgen y formar “al pueblo”.

Tras este comienzo prometedor, Irene Alcántara, profesora del colegio, presentó el logotipo del 50 aniversario. En su diseño, destaca el consabido y característico color azul, aparece metafóricamente la libertad, que nos acompañará este año como valor, simbolizada en la mancha imprecisa y creativa de acuarela y las manos que todos remitimos, sin dudar, a las de nuestra querida Virgen Milagrosa. Ella, desde encima del escenario, derramaba favores para todos los presentes. El logotipo, que presidía el fondo del escenario, estaba flanqueado por San Vicente y Santa Luisa.

Si Lala nos había hecho recordar el pasado con nostalgia y cariño, pronto nuestras miradas se dirigieron hacia el futuro, cuando, tras la presentación del logo, dos alumnos de primero de secundaria, casi de puntillas para llegar al atril, explicaron con la sencillez propia de los niños, la mascota que los alumnos del colegio han creado para el evento, Lapicín.

Los sonidos acompasados de la orquesta se iban sucediendo. La sinfonía cada vez era más armoniosa, con gusto y deleite nos iban llevando de melodía en melodía y, así, fluyendo como fluye el agua, Sor Pilar Rendón nos presentó el lema “cincuenta años sembrando ilusiones” y nos recordó que la siembra requiere de la espera paciente y de la fe, valores que debemos cultivar en este nuevo tiempo de prisas e inmediatez. Nos habló de Lala y Sor Benicia, las primeras sembradoras, de los soñadores y cultivadores de esas semillas y del árbol, hoy maduro, que sigue dando frutos. Cerró la primera parte de su discurso con unas bellas palabras del Papa Francisco alabando la alegría, el coraje y la tenacidad en el anuncio y la capacidad de resistencia activa; la elección, nada casual, de esta cita lanzaba una mirada al futuro, en un discurso cargado de nostalgia y abría, en una segunda parte, una puerta a los desafíos de los nuevos tiempos, a la integración social, con un claro guiño a la interculturalidad que hoy es señal característica de nuestro colegio, a la formación continua para el mejor servicio (saber más…) y a la apertura a la trascendencia. Se permitió, la Directora titular, corregir brillantemente a Jorge Manrique para terminar con la presentación: <<Lo mejor está por venir>>.

Sor Mª del Carmen Polo es antigua alumna del centro, fue profesora y directora titular y pedagógica del mismo, y en esta ocasión venía para inaugurar este acontecimiento como Visitadora de las Hijas de la Caridad. La sencillez y la claridad configuraron la melodía que le tocó interpretar, su discurso versó sobre la vida, la vida en plenitud. Agradeció al equipo que ha formado parte de la historia del colegio durante 50 años, a las familias que depositaron y depositan su confianza y puso el acento en el alumnado que entrelaza su vida con la vida del colegio. 

Llegó el turno de Eva Villar que realizó, de manera elegante, sencilla y natural, una semblanza de la pregonera. En esta presentación resaltó la dulzura, espíritu de servicio, cercanía, respeto, humildad, serenidad y valentía de la encargada de abrir el año del 50 aniversario y, sobre todo, el vínculo que creó con el colegio en el que entró en edad de párvulos y se formó como alumna, creció en su vida espiritual como miembro de JMV y en el que hoy ejerce una labor de dedicación y servicio como docente. Terminó citando un certero discurso que el Papa Francisco dedicó a los educadores en el que habla de las tres lenguas: la de la mente, la del corazón y la de las manos; ajustado perfectamente a la labor de Mª Dolores González, Loli.

Por fin apareció Loli, la pregonera, serena, firme y sencilla. Iba a interpretar el solo del concierto que todos estábamos esperando y no defraudó. A la salida una hermana comentaba: “el pregón ha sido como es ella”, no se me ocurre mejor manera de resumirlo. Su corazón estaba en ese pregón, su colegio era ese pregón, ni el colegio podía tener mejor pregonera ni la pregonera podía tener mejor colegio; ambos estaban fundidos, ambos eran una armonía perfecta de la que disfrutamos todos, flotando por encima del tiempo. La música nos había cautivado y el concierto nos hizo dejarnos llevar. Comenzó en el origen de los tiempos y puso a Cristo en el centro del relato. Nos llevó suavemente hasta la época de San Vicente, de Santa Luisa, sin darnos cuenta nos transportó junto a Santa Catalina de Labouré para irnos acercando poco a poco a Sevilla, a la llegada de las Hijas de la Caridad a la ciudad, hace ya 131 años y, de pronto, nos vimos en 1969, un 13 de septiembre y un colegio que abría sus puertas.

Apareció la literatura, Machado, “Mi infancia son recuerdos…” y llenó de nostalgia y recuerdos a un auditorio completamente embelesado, reescribiendo el poema del insigne poeta. Nos cuenta que no quería hacer un pregón lleno de fechas, pero no puede evitar recordar algunas y en medio, una alusión al Padre Ruiz, que arranca sonrisas, murmullos y aplausos tímidos y emocionados. Tampoco quiere que su pregón sea un recorrido por los cambios que ha experimentado el colegio, como si de un niño que crece se tratase, pero sigue sin poder evitar recordar el puesto de Lola, el rincón de Jose, los patios cubiertos, la biblioteca de Sor Adelaida, la capilla e incluso la piscina que nunca existió, salvo en la mente de todos los que han sido y son alumnos; entre el público se escuchan susurros de añoranza y alguna lágrima se asoma a más de una mejilla.

Tiene, incluso, un hueco en su relato para reclamar, con una sutil ironía y un humor exquisito, un pacto por la educación y una mirada justa a la enseñanza concertada.

Ya, a estas alturas, la melodía nos tiene atrapados, y Loli, nos advierte que su pregón no es una lista de personas vinculadas al colegio, aunque eso no le impide recordar a Sor Benicia, a Lala, a Sor Mª Josefa… con un cariño especial que se va derramando por sus palabras.

Poco a poco nos ha llevado, casi sin que lo notemos, a lo que quiere. Quiere mostrarnos lo que ha sido el colegio y lo que será y nos habla de los alumnos y las alumnas y lo que se llevan del colegio. Luego, de manera muy emotiva, nos sumerge de nuevo en la armonía recordando “Tú, me enseñaste a volar” y de nuevo nace la emoción cuando recuerda a las maestras y a los maestros. Dice el diccionario que estos son las personas de las que se reciben enseñanzas muy valiosas y Loli, haciendo justicia, incluye aquí, tanto a los que están en las clases con los alumnos, como a todos los que hacen que el colegio funcione desde la portería hasta la limpieza.

Lo que ha sido, lo que es y lo que será este colegio no se entiende sin las Hijas de la Caridad. Por eso en su pregón la mayor alabanza es para ellas. No puedo dejar de resaltar que uno de los momentos que más encogió el corazón de los presentes fue el recuerdo a Sor Sofía; justo detrás de donde me encontraba alguien susurró sevillanamente “¡Qué bonito lo está haciendo!”

Y nos habló de compartir, del futuro, de los laicos, de las jubilosas y de lo que nos enseñaron, de las familias y nos dejó una frase grabada, que a los que nos movemos cerca del colegio nos servirá a buen seguro: “La calidad es nuestra caridad” y, por supuesto, concluyó con “La Milagrosa” que está en todas partes, de todas las formas posibles.

Terminó el concierto. Terminó el pregón y el auditorio en pie ovacionaba la obra, porque como escuché al salir “el pregón fue como es ella”;  y no se me ocurre mejor manera de resumirlo.

Al final Ana María, la directora de primaria, fue la encargada de agradecer a la pregonera el regalo que nos hizo, poniendo palabras al sentir general.

Para que la metáfora que he usado a lo largo de esta crónica fuese completa no he necesitado hacer ningún giro forzado. Me explico: es habitual en los conciertos que, al final, alguien entregue al director un ramo de flores y en nuestro concierto, la sorpresa final fue que las Hijas de la Caridad regalaron a Lala, la incombustible, una azulejo de reconocimiento, justo en la puerta de la capilla. El lugar más importante de nuestro colegio. Digno y merecido ramo de flores para una digna e incombustible directora de orquesta.

Salvador Villa.

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