Residencia San Vicente de Granada

Un oasis de acogida

Inmersas de lleno en la celebración del 400 aniversario del Carisma Vicenciano, año jubilar, en el que tanto a nivel Provincial como Internacional estamos realizando actos celebrativos que hagan visible la actualidad y vitalidad de nuestro Carisma Vicenciano, me sorprende y cautiva una vez más, la vivencia que del mismo, tienen las hermanas mayores que forman parte de mi comunidad.

El lema de este año jubilar “Fui forastero y me acogisteis” preside el presbiterio de nuestra capilla, y nos recuerda cada día que estamos llamadas a vivir la acogida…

Como el joven rico, hoy podríamos preguntarnos “…y ¿quién es ese forastero?… ¿quién es el forastero a quien tengo que acoger?”… Es muy posible que con agilidad surja en nosotras la respuesta: el refugiado, el inmigrante, aquel que llega a nuestra casa pidiendo ayuda, el joven que deambula por la ciudad sin saber qué rumbo seguir ni hacia donde ir, y un largo etc…, y que empecemos a diseñar programas de acogida, a buscar recursos materiales y personales para llevarlos a acabo,… Sin embargo, en estos días, las hermanas mayores de esta comunidad me han mostrado que en ese perfil de “forastero que espera nuestra acogida” también están incluidas muestras hermanas mayores y/o enfermas, que por razones personales, comunitarias o provinciales, salen de su lugar de misión, para venir a descansar o a quedarse definitivamente aquí, asumiendo que su misión y su vida están experimentado un giro de 180º.

¿Puede existir algún paralelismo entre el refugiado, el inmigrante (forastero) que ha dejado su país, su familia, sus amigos, su actividad,… y la experiencia que a veces viven nuestras hermanas mayores y/o enfermas cuando tienen que salir de las comunidades de misión, donde “como tejedoras devanaban su vida de Hijas de la Caridad?… para ir a una Residencia de Hermanas mayores?…

Ciertamente en las circunstancias de vida no, pero si vamos a las vivencias podremos descubrir que experiencias como el desarraigo, la impotencia (ante la enfermedad, la limitación física o mental), la dependencia, la inseguridad, la fragilidad, la necesidad de acogida y reconocimiento, son comunes…

Os puedo parecer ingenua, pero cada vez que recibimos una llamada telefónica de Sor Pilar Rendón, diciendo que viene una Hermana, bien de paso o para quedarse, asisto admirada al despliegue de gestos de acogida y generosidad que las Hermanas de esta Comunidad ponen en marcha con total espontaneidad… Como si todas tuvieran un radar en su interior, que se activa al llegar la nueva Hermana, comienzan a sucederse los gestos de cercanía, de apoyo, de comprensión, de respeto, de ánimo hacia esa Hermana, y al cabo de unos días, sin haber planificado nada, percibo cómo esos gestos han renovado y fortalecido nuestra relaciones fraternas, en la alegría y la generosidad…

Mientras muchas hermanas en muchos rincones de nuestra Provincia y del mundo, ofrecen acogida y acompañamiento a muchos refugiados e inmigrantes, para que puedan superar los retos a los que se tienen que enfrentar, mis Hermanas de Comunidad son pioneras en acoger y acompañar a las Hermanas que se enfrentan quizás a uno de los momentos más difíciles de sus vidas…

Gracias, Señor, porque a través de sus gestos de acogida, me dices: “Anda y haz tú lo mismo”… 

Que este año Jubilar no termine sin que hayamos revisado cómo nos acogemos unas a otras en nuestras Comunidades, para que la acogida a los de fuera esté avalada por nuestro testimonio fraterno… ¡Gracias!

Sor Mª del Mar Morales, H.C.

                                                                                                          

 

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