Hijas de la Caridad

¡Misionera al Cielo!

Yo,  Isabel,  he tenido el privilegio de vivir  con  Sor  María de  1987 al 89 como Hermana Sirviente, TIEMPO CORTO PERO RICO EN PROMESAS y FUTURO. Fue en  la Misión de Nsimalen,  un rincón alejado  y escondido en el corazón del trópico al sur de Camerún;  era mi primera casa,  y ella fue mi referente en mis primeros pasos misioneros. Mujer de corazón grande,  apasionada por los pobres, generosa con las Hermanas,  humana  y creyente  contemplativa en la acción.

Nuestra comunidad de tres, se reabría de nuevo y allí fue donde yo descubrí el DON que era Sor María para los Pobres y la Comunidad. Como enfermera  trabajaba con ella en el dispensario y en  los pueblos  de los alrededores para sensibilizar a las madres y  proteger bien a los niños. Noches en vela abriendo nuestro corazón a todo riesgo,  aliviando,  reconciliando,  amando sin descanso… Allí aprendí con ella la audacia de la Caridad, lo que significa vivir el riesgo y dar la vida….

Recuerdo que, apenas teníamos una linterna para  valorar  la gravedad de las heridas y unos medios tan escasos, que siempre nos recordaba la frase de San Vicente EL AMOR ES INVENTIVO HASTA EL INFINITO”.

Más tarde la situación política se agravó, y nos aconsejaron que no saliésemos por la noche en un lugar  tan abandonado pues los asesinatos y robos eran muy  frecuentes  y el riesgo era  grande. Recuerdo lo mucho que sufría por no salir a atenderles cuando por la noche llamaban a la puerta  “LOS POBRES SON NUESTRO PESO Y DOLOR” , y recuerdo que raro fue el pobre que no se sintiera acogido y aliviado … 

Su  mirada de paz y sencillez favorecía toda relación y toda colaboración por muy  difícil que fuera la situación.

Cerca de nuestra Comunidad vivían los Padres Paúles, en una gran Parroquia,   con los que convivíamos en una colaboración estrecha y cordial al estilo vicenciano   “COMO HERMANOS QUE  SE  AMAN” Teníamos costumbre,  de vez en cuando, de llamarles para comer chocolate hecho, y eran unos de los momentos más ricos  y fraternales que enriquecían la Misión. 

¡BIENAVENTURADA ERES, SOR MARIA! “porque estuve enfermo y me curaste, desnudo y me vestiste, hambriento y me diste de comer, prisionero y me visitaste, extranjero y me acogiste.

A penas llevaba ocho meses en la Misión, cuando una noche me quedé bloqueada por un  fuerte dolor en la espada, guardando cama, y reposo durante un mes. Sor María se ocupaba de mí como una madre atenta, preocupada, generosa, fiel…  Por eso. cuando en el mes de mayo la vi tan delgada,  me dijo: “Sabes, Isabel, mi espalda me recuerda a la tuya cuando estuviste en Nsimalen”, y sus ojos se llenaron de lágrimas;  la abracé y le dije : ¡Cuánto me gustaría cuidarte!

El día 3  de diciembre, cuando pasé por Sevilla, entré a su habitación  y, al verla,  comprendí por su mirada que su  Misión era fecunda Y QUE SUS HUELLAS MARCABAN LAS MÍAS. 

        ¡¡¡ GRACIAS, MISIONERA, POR SIEMPRE , Y FIEL A TU VOCACIÓN!!!

ISABEL

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