… Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto a él y verlo, sintió lástima. Se acercó y le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él… Jesús dijo: Vete y haz tú lo mismo. (Evangelio de Lucas 10, 34 y 37)
En 1653 Vicente de Paúl fundó, en París, el Asilo del Nombre del Jesús, para dar respuesta a las necesidades de los ancianos de aquel tiempo. Desde entonces y hasta nuestros días, la Compañía de las Hijas de la Caridad, junto con profesionales y voluntarios, amigos y colaboradores, han seguido fieles a esta iniciativa con obras y centros de atención a personas mayores.
La acción social vicenciana, desde sus comienzos, recibió el encargo fundacional de la mejora de la calidad de vida de los mayores, de su cuidado y promoción con una extremada sensibilidad y un fuerte compromiso.
En el contexto de los Principios Inspiradores de tal acción social, desarrollamos los elementos vertebrales que hacen específico este servicio desde el carisma, pedagogía y espiritualidad vicenciana.
Los ancianos son el tesoro de nuestra sociedad. Un pueblo que no custodia a los abuelos, que no les respeta, carece de memoria y por lo tanto de futuro. Seamos piadosos con nuestros antepasados. Pidamos la gracia de custodiar, escuchar y venerar a nuestros mayores. (Papa Francisco)
Hoy en día, parece aceptada la idea de que la tercera edad es una etapa de la vida descendiente, en la que se da por hecho la gradual incapacidad humana y social. Nuestra identidad vicenciana nos sitúa con una mirada radicalmente opuesta que descubre en los mayores, lejos de estereotipos, una realidad mucho más diversa, modos de vidas muy diferentes en cada una de las personas atendidas. Nuestro ser vicenciano nos alienta, en el día a día, a transformar la senectud en un transcurso de la existencia humana que se ha de vivir no sólo con serenidad y dignidad, sino como un período de la vida que presenta nuevas oportunidades de desarrollo y posibilidades tanto humanas como espirituales.
La identidad de nuestros centros y obras comparten el reto permanente de la excelencia de la intervención sociosanitaria a los mayores con la esencia de una titularidad cristiana y vicenciana que aporta valores propios.
Del Hijo de Dios aprenden las Hijas de la Caridad que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas. Múltiples son las formas de pobreza, múltiples también las formas de servicio. Constitución Hijas de la Caridad 11 a.
Nuestra Misión viene definida por tres acciones fundamentales:
Asistir y acoger a las personas mayores, especialmente aquellas con más dificultad, en todas sus necesidades, con capacidad de escucha y de respuesta certera desde el ámbito institucional y grupal. Favorecer esta acogida en un clima familiar en el que todos se sientan parte y protagonistas.
Mejorar la calidad de vida de cada persona mayor, asegurando el respeto a su dignidad a través del buen trato y la atención integral a todo su proceso personal y existencial en un contexto familiar y comunitario.
Ayudar a vivir el sentido de esta etapa de la existencia y así que puedan apreciar sus propios recursos y superar la tentación del victimismo, del autoaislamiento, de la resignación, del sentimiento de inutilidad, de la desesperación. Por otra parte, sensibilizar y responsabilizar a las generaciones futuras para que cultiven un contexto humano, social y espiritual en el que toda persona pueda vivir con dignidad y plenitud esta periodo de la vida.
En la actualidad, la Compañía de las Hijas de la Caridad, concreta su Misión con las personas mayores a través de los siguientes recursos:
Centros de día con actividades psicosociales y educativas.
Residencias de mayores.
Y si en medio de tus afanes, de tus tareas, responsabilidades, gestiones e, incluso, de la oración y de tu vida celebrativa… ves a una persona mayor que te llama a la puerta y te reclama… “Deja a Dios por Dios” (San Vicente de Paúl).
DIGNIDAD DEL MAYOR. La persona mayor posee una dignidad intrínseca, como cualquier otra persona, que le hace tener valor en sí misma y por sí misma. Esta etapa de la existencia merece ser reconocida y valorada
con una especial sensibilidad por estar vinculada a procesos de salud y cercanía con el final de la vida. Por otro lado, la persona mayor, posee una dignidad merecida por su memoria, por su experiencia, por su sabiduría… por su aportación enriquecedora a la sociedad con toda su vida.
JUSTICIA. Hay que garantizarle a los mayores la igualdad de oportunidades en el acceso a las prestaciones necesarias para optimizar su calidad de vida, evitando situaciones de discriminación. Por Justicia, toda la sociedad está en deuda con sus mayores, y es nuestra responsabilidad que reciban un trato justo, equitativo, adaptado a su proceso existencial. Han de percibirlo como tal para que fortalezca su autoestima y aprecien afectivamente el sentimiento de gratitud hacia ellos.
SERVICIO. “Si la Iglesia no sirve, no sirve de nada.” Servir es poner a la persona necesitada en la cumbre de nuestra intervención. Es ver en el “pobre”, en el mayor, al mismo Cristo y hacer de nuestras vidas un permanente compromiso de entrega a ellos. En la vida cotidiana, servir implica desde cuidar las necesidades más básicas, a cubrir a los mayores con cariño, ternura… ofrecerles seguridad relacional y profesional con una atención personalizada, favorecer su sociabilidad, atender sus inquietudes espirituales y trascendentes… Servir es curar, acompañar, sostener, aliviar, y dar sentido a la vida, a la enfermedad y a la muerte.
AUTONOMÍA. La senectud no es sinónimo inexorable de dependencia. Con frecuencia, se presta más atención a las dificultades de las personas atendidas debido al tiempo y esfuerzo que se dedica por aliviar sus problemas. Fomentar la autonomía de los mayores es prestar especial atención a las capacidades y posibilidades que tienen preservadas. Es reconocer lo que la persona puede hacer por sí misma y aquello en lo que necesita diferentes niveles de ayuda. Implica reconocer la capacidad de que decidan y se regulen por sí mismo, programando la propia vida y actuando responsablemente, a partir de los propios valores y creencias.
ATENCIÓN PERSONAL INTEGRADA. La base de la atención integrada está en la interdisciplinariedad de nuestros equipos, donde de forma sinérgica se trabaja para proporcionar una adecuada evaluación e intervención sociosanitaria. Se parte de una valoración inicial multidimensional con la finalidad de desarrollar un plan de tratamiento y seguimiento de su proceso, así como la elaboración de estrategias y dotación de recursos para que la persona pueda afrontar su día a día. Este modelo de intervención comprende a cada persona mayor como única y distinta y planifica la atención de sus necesidades de modo global y diferenciado, atendiendo a sus características personales, valores y preferencias.
COMPROMISO. No basta con cumplir con lo previsto, lo estipulado, lo obvio… todo compromiso tiene muchas implicaciones que han de redundar en el beneficio de las personas atendidas en nuestros centros. Reconocemos que la persona que se compromete como profesional o voluntario es generosa, busca como dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar a los mayores… en otras palabras: va más allá de lo que supone en principio el deber contraído. Es feliz con lo que hace hasta el punto de no ver el compromiso como una carga, sino como el medio ideal para perfeccionar su persona a través del servicio a los demás. Formamos equipos de personas con un fuerte y sólido compromiso con la institución y nuestros destinatarios y, a su vez, invitamos al compromiso colectivo de todos de cuidarnos los unos a los otros, implicando a los propios mayores y a sus familiares.
CONFIANZA. Es la base para mantener un clima de familia en nuestros centros y obras y, a su vez, para que se desarrollen todas las capacidades y potencialidades de todas las personas que configuran el contexto comunitario. Un ambiente forjado con la confianza da seguridad al mayor y le permite alcanzar aspiraciones insospechadas. En el proceso evolutivo que se vive en la tercera edad, la confianza es un valor esencial: Sentir que se confía en el entorno y en las personas de alrededor permite que la persona mayor viva con más serenidad su acompañamiento y cuidado. Y en otro sentido, que el mayor sienta que se confía en sus capacidades le repercute en su autoestima y en una visión positiva de sí mismo. La confianza genera un clima afectivo positivo y sosegado, tan necesario en el día a día, y especialmente en los momentos de vulnerabilidad y fragilidad que se viven en esta etapa.
COLABORACIÓN Y PARTICIPACIÓN. Nuestros centros pretenden ser comunidad y ámbito de identidad, corresponsabilidad y participación. El sentido de pertenencia al hogar común invita e interpela a la cooperación por parte de todos. Las personas mayores no son meros receptores de ayuda, por el contrario, juegan un papel relevante desde su participación en la mejora de la vida cotidiana del centro. Se fomenta la implicación de los mayores en el Proyecto común, cada uno desde su propia capacidad, aportando sus conocimientos y dones y repercutiendo en el bienestar del grupo y en la percepción positiva de sentirnos útiles para los demás. Las dinámicas de colaboración mutua son fuente de bienestar interior que ayudan a ser más felices.
AMBIENTE FAMILIAR. El espíritu de familia hace de nuestros centros ambientes cálidos, espacios para el afecto y las relaciones interpersonales, contextos de ayuda mutua. Favorecemos el sentimiento de formar parte de una gran familia para que las personas mayores se sientan arropadas e integradas en una comunidad.
CREATIVIDAD. La realidad de las personas mayores es tan diversa y presenta tantas realidades diferentes, que la intervención debe estar sostenida por el principio de flexibilidad. Es necesario alejarse de estereotipos en cuanto a la actuación con ellos y saber generar una praxis de acompañamiento y ayuda personalizada y diversificada. Generamos, para ello, una cultura de iniciativa, de creatividad, de compartir ideas y proyectos que optimicen en cada momento la dinámica del centro y repercuta en el bienestar de nuestros atendidos. San Vicente nos anima a ser “Creativos hasta el infinito” porque la acción social requiere de esta brújula que nos garantice dar una respuesta actualizada a los mayores.