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San Fernando de Maspalomas. Gran Canaria

Semillas que se plantan…semillas que dan fruto

No era para menos.

Cuando un agricultor esperanzado planta, emplea esfuerzo, confianza, tiempo, esperanza, ilusión, y no se cansa, mira al cielo y mira al suelo; riega, cultiva, poda, quita hierbas malas, no se desanima, y sobre todo, si es creyente, pone su fe en el dador de todo, nuestro Padre bueno, Dios.

Hay cultivadores de plantas, cultivos ornamentales, frutales, y hay cultivadores de principios y valores que arrancan de una persona ideal: Jesucristo; de una Buena Noticia: el Evangelio; de una Gran Familia: La Iglesia; de una Compañía fundada por hombres y mujeres enamorados de Dios: Las Hijas de la Caridad, o de una familia enraizada en valores cristianos y humanos: la Familia de cada cual.

A ellas y ellos me refiero, cuando hablamos de San Vicente de Paúl o de Santa Luisa de Marillac, de cuyos corazones surge la idea de fundar Casas, Institutos, Sociedades de Vida Apostólica, como la Compañía de las Hijas de la Caridad. Un objetivo les marcaba, porque así lo quisieron sus fundadores: Dedicarse al servicio corporal y espiritual de los pobres, los enfermos, los necesitados. Muy bien que aprendieron aquello de “Caritas Christi urget nos”. Les urgía el amor a los necesitados. Éste no tiene espera. Urge.

Así, desde el siglo XVII, como la semilla que se planta, se riega y crece, fueron fundando, aquí y allá, cerca o lejos, sin mirar raza o color, sin detenerse en lo que eran o aparentaban, iban, van, y seguirán sembrando, sabiendo que el incremento no depende de ellas, de ellos, sino de Dios, aunque sí depende del esfuerzo, la fe y la constancia.

Y en suerte, y porque el Padre bueno lo quiso, desde hace unos diez y seis años, en nuestra parroquia de San Fernando de Maspalomas, una pequeña comunidad de hermanas, callada, constante y alegremente, fue dejando su huella de servicio, de entrega, de cariño, de cercanía, de AMOR a Dios y las personas, sin distinción. Con sus defectos? Ohhhh… ¿Y quién no los tiene?, Sabían, al estilo de San Pablo, que “cuanto más débiles eran, más fuertes se sentían”. Y en Él confiaron, y en sus manos se pusieron. Fueron diez y seis años de siembra, de esparcir, de sembrar. Ya vendrá la época de la siega, de la cosecha, aunque sean otros quienes recojan el fruto.

Y se van… y se fue. Sí. Llegó el momento de decir, no “adiós”, sino “hasta luego”, o como decimos los canarios, “hasta más ver”. La pequeña comunidad se hacía mayor y disminuía. Sor Dolores Bethencourt, Sor Pino Rodríguez y Sor Pino Sosa, las últimas de esta comunidad, por voluntad de Dios, interpretada por la de sus superiores, dejaban esta tierra sureña, en San Fernando de Maspalomas, para trasladarse a otros quehaceres, o bien en otra comunidad, o desde el cielo, intercediendo por todos nosotros, como así se realizó en Sor Pino Sosa. Después de unos meses de sufrimiento y dolor, ofrecido siempre al Padre, Él le dijo: ¡Ven, Pino, te necesito aquí, para que desde junto a MI, formes parte de aquellos que han servido de estímulo, ejemplo y camino a tantos que lo necesitan! Pues, sí. Obediente, como siempre, el día 9 de enero, nada más estrenarse el año 2020, como María, supo decirle: “Hágase en mí, según tu voluntad”.

Y ello había que celebrarlo, ¡Cómo no! Por eso, y sabiendo de ambas partidas, el sábado, 11 de enero, en la parroquia de San Fernando de Maspalomas, nos reunimos en Eucaristía para dar gracias a Dios por la estancia de tantos años de las Hermanas con nosotros, por su gran labor, por su amistad, por su entrega. Por supuesto que recordando a Sor Pino Sosa, que un día antes, la habíamos despedido, con ese “hasta luego”, de un cristiano que se une por la muerte, a la Resurrección de Cristo. Desde ese “lugar, sitio”, que Jesús nos prometió, nos espera y reza por nosotros. Por todos.

En un ambiente de verdadera fiesta cristiana, como debe ser, entre cánticos que hacían referencia al bautismo, pues fue en la Fiesta del Bautismo de Jesús, fue desgranándose momento a momento la Eucaristía, que se nos hizo auténtica ACCIÓN DE GRACIAS. Dimos gracias por todo lo que hicieron para y con nosotros, y nos sentimos plenamente identificados con las cerca de una veintena de hermanas que junto a Sor Francisca Rosales, Consejera Provincial de la Zona de Canarias, nos acompañaron.

GRACIAS SEAN DADAS A DIOS PORQUE HA HECHO MARAVILLAS

Desde San Fernando de Maspalomas

El párroco

                                                                                                         Francisco González González

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