Navidad

Navidad

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo
 y le pondrá por nombre Enmanuel
que significa -Dios-con-nosotros-»
(Mt, 1,22)

 

Qué hermoso contemplar, hablar desde el corazón y compartir la vida desde la fe que profesamos. Esto es el mayor tesoro que tenemos los cristianos  y, además, nada ni nadie nos lo puede arrebatar.

El nacimiento de Jesús, como podemos ver en las Escrituras, cumplió muchas profecías mesiánicas. El amor de Dios por la humanidad, desde la creación del mundo, nunca nos ha abandonado, pero como sabemos, hay un momento en la historia en el que ese Amor, se encarna, camina con nosotros y nos deja su Palabra y sus enseñanzas llegando a lo más profundo del ser, expandiéndose a través del tiempo y del espacio dejando patente que “Dios está con nosotros”. Y esto hay que celebrarlo.

Celebrar, sí, celebrar la verdadera Navidad, contemplar sus pequeños signos en la vida cotidiana, aunque para ello tengamos que “desplazarnos” y dirigirnos hacia donde Él está que es en lo esencial, en lo que verdaderamente da sentido a la vida. El misterio de la Navidad debe interpelar, incluso “doler” porque Jesús nace rechazado por algunos y siendo indiferente para la mayoría. A pesar de todo Dios nunca abandonó a la humanidad, mantuvo su inquebrantable fidelidad. Esa es la razón principal por la que nos sentimos felices y salimos a las calles y plazas para gritar al mundo que “Dios está con nosotros”.

Para entender la Navidad debemos hacer silencio en el corazón para podernos abrir al misterio de Dios y acoger la vida que Él nos ofrece. Jesús viene a sostener la fragilidad, a acompañar soledades, a consolar al que sufre, a aliviar los cansancios, a llenar el vacío, a eliminar miedos… Él nos quiere desde dentro, está en lo más profundo del ser. Su luz es de gran intensidad, pero no ciega. En signos como estos el mundo puede ver que “Dios está con nosotros”.

El año 2025 será especialmente significativo para la Iglesia y para el carisma vicenciano. Será, para nosotros, un año doblemente jubilar. Nuevamente tenemos que sentir el gozo de poder participar, una vez más, de “un periodo de gracia”, ocasión inmejorable para restablecer la relación con Dios y con los hermanos, así como con la creación. El Papa Francisco lo ha querido centrar en la esperanza ante el desánimo dominante que mira el futuro con escepticismo y pesimismo como si nada le pudiera ofrecer la felicidad. ¡Qué buen momento para contrarrestar esta actitud y ser testigo de que “Dios está con nosotros”!

Por supuesto, en todo momento, con los pobres. Leyendo las efemérides de la Compañía, en las que siempre hemos visto manifestaciones claras del plan de Dios sobre las Hijas de la Caridad y ejemplos valiosos en las Hermanas que nos han precedido, encontré una nota del 25 de diciembre de 1641. Ese día, dice que, “San Vicente introduce en San Lázaro la costumbre de admitir todos los días a dos pobres para que coman con la comunidad. Del mismo modo en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad las dos primeras porciones de la comida de mediodía se reservan para los pobres.” Nuevamente signos que hablan de amor, dignidad, fraternidad… Creo que con este gesto San Vicente quería dejar bien claro que “Dios está con nosotros”, a nuestro lado. ¡Cuántos gestos podríamos añadir a este!

Vivamos con la mayor plenitud el tiempo de Navidad y adentrémonos  en el año 2025 llenos de fe, esperanza y caridad. Sí, “Dios está con nosotros” y esta certeza nos llena de felicidad. Llevémosla al mundo.

¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO DOBLEMENTE JUBILAR!

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