Luisa de Marillac: Una Influencer del Siglo XVII

Luisa de Marillac: Una Influencer del Siglo XVII

1º Parte

  1. Introducción

En la era digital, el término “influencer” se asocia con personas que utilizan plataformas virtuales para impactar la vida de miles o millones de seguidores. Hoy en día es una de las formas más potentes para influir en las opiniones de las personas, definir la moda del año, los estilos de música y cantantes más populares… Sin embargo, si nos ponemos a pensar, mucho antes de la existencia de las redes sociales, hubo figuras que dejaron una huella profunda y duradera en su entorno y más allá de él. Podemos considerar que una de estas personalidades fue Luisa de Marillac, cofundadora junto a Vicente de Paúl de la Compañía de las Hijas de la Caridad, quien puede ser considerada hoy, sin duda alguna, una “influencer” del siglo XVII.

2. Identidad personal

Nacida en una familia noble (1591-1660), Luisa experimenta desde temprana edad las complejidades de la vida. Su educación en el Real Monasterio San Luis de Poissy le proporcionó una sólida formación religiosa, así como en el arte, la cultura clásica y la liturgia. Allí comenzó a conocer a Jesucristo, a amarle, a comunicarse con él en la oración y a servirle en los pobres. El hecho de que Luisa fuera aficionada a la lectura modeló su personalidad y configuró su vida. Fue una persona muy culta para su tiempo y esta cultura orientó su ser de persona hacia valores que la potenciaron, abriéndole a un horizonte espiritual hacia el que caminó con determinación hasta el final de su vida.

Marcada por la ausencia de su madre y un hogar estable, Luisa desarrolló una sensibilidad extrema y un deseo constante de dar y recibir cariño. Bajo esa emotividad se escondía una mujer de fuerte carácter, inteligente, intuitiva y con gran capacidad organizativa, cualidades que complementaban con todas las cualidades de Vicente.

A lo largo de su vida, especialmente tras la muerte de su esposo Antonio Le Gras, Luisa fue moldeando su personalidad, aprendiendo a adaptarse y enriquecerse incluso en medio del sufrimiento y las dificultades. Su pedagogía, atenta y personalizada, mostraba un respeto profundo por cada persona.

Podemos decir que la personalidad de Santa Luisa de Marillac era una amalgama de sensibilidad y fortaleza, emotividad y agudeza intelectual, intuición y capacidad organizativa. Fue una mujer moldeada por el dolor y la fe, capaz de adaptarse, guiar y transformar por lo que la convierte en una figura de gran impacto, comparable en su alcance a una “influencer” en el sentido de alguien que inspira y guía profundamente a otros a través de su ser, su experiencia de vida y testimonio.

3. Un liderazgo contracultural

Desde joven, Luisa de Marillac mostró una sensibilidad especial hacia los más necesitados. Su vida cambió radicalmente al conocer a Vicente de Paúl, con quien compartiría la misión de transformar la realidad social en Francia en el siglo XVII. En una época en la que la mujer estaba relegada al ámbito doméstico y en el que pocas oportunidades existían fuera del claustro para las religiosas, Luisa abrió un nuevo horizonte para entregarse a Dios que se le desveló en la Luz de Pentecostés, como la llamó ella.  En ese momento entendió que un día podría vivir en comunidad al servicio del prójimo, “yendo y viniendo” que iniciaría el camino a una forma nueva de comunidad femenina activa y misionera, dedicada al servicio directo de los pobres, enfermos y marginados.

Vicente de Paúl, un “buen campesino” con una educación y ascenso social notables, y Luisa, una “aristócrata parisina” con una educación exquisita pero marcada por su nacimiento ilegítimo y una posición social más baja de la que podría haber tenido, descubrieron un carisma común. Podríamos decir que desde una influencia mutua, Vicente reconoció su propio carisma en Luisa de Marillac.

La fundación de las Hijas de la Caridad, iniciada el 29 de noviembre de 1633 por Luisa de Marillac, María Joly y otras dos o tres compañeras, representó la materialización de esta visión y un desafío a las normas sociales y eclesiásticas:

  • Ausencia de clausura:A diferencia de las religiosas tradicionales, las Hijas de la Caridad no vivían encerradas en conventos. Su “monasterio” eran las casas de los enfermos o donde residía la superiora, su “celda” un cuarto de alquiler, su “capilla” la iglesia parroquial, su “claustro” las calles de la ciudad, y su “clausura” la obediencia. Esta libertad de movimiento era esencial para su misión de salir a servir.
  • Servicio activo y directo a los pobres:El fin de la Compañía era claro: “Honrar la caridad de Nuestro Señor, asistiendo a los pobres corporal y espiritualmente”. Esto implicaba realizar trabajos manuales y humildes que las damas nobles de la Caridad a menudo encomendaban a sus sirvientas o evitaban hacer personalmente.
  • Admisión de jóvenes sin dote y de clase baja: La Compañía no exigía dote para la admisión. Esto abría las puertas a muchas chicas pobres sin recursos que deseaban consagrarse a Dios, pero no podían entrar por falta de recursos.
  • Igualdad interna:Dentro de la Compañía, se promovía la total igualdad entre las Hermanas, sin tener en cuenta títulos ni nacimiento. Los puestos de responsabilidad se daban por cualidades personales. Esta estructura era subversiva para la sociedad jerárquica del siglo XVII.
  • Liderazgo femenino en la acción social:Luisa de Marillac, a pesar de ser mujer y de origen social inferior a la nobleza dirigió las Caridades, guio y organizó obras de gran envergadura que antes eran responsabilidad de damas nobles o de instituciones.
  • Identidad secular consagrada:Se insistía en que no eran religiosas, sino una compañía secular. Hacían votos anuales privados, no votos públicos perpetuos, para diferenciarse de las religiosas y adecuarse a su situación inestable inicial. Luisa se esforzó por mantener esta originalidad a pesar de la extrañeza e incluso reticencia de algunos miembros de la Iglesia y la sociedad.

Como vemos, este proyecto rompía esquemas. Luisa de Marillac, en colaboración con San Vicente de Paúl, no solo creó una nueva forma de vida consagrada femenina que rompía con la clausura y las barreras sociales, sino que también la dirigió y consolidó con sabiduría, adaptabilidad y una profunda fidelidad a la voluntad de Dios revelada en el servicio a los pobres. La visión de “ir y venir”, el reconocimiento de la dignidad de las mujeres de clase baja como candidatas y líderes, la promoción de la igualdad y la audacia de realizar obras consideradas bajas o peligrosas, fueron elementos clave de este modelo de vida tan innovador y eficaz que pronto se expandió, marcando un antes y un después en la historia de la Iglesia y en la forma de llevar y entender la caridad cristiana.

Continuará con… La “viralización” del servicio


Te dejamos este texto en pdf para que puedas descargarlo: 1. Primera parte. Luisa de Marillac

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