Luisa de Marillac: Una Influencer del Siglo XVII (Segunda parte)

Luisa de Marillac: Una Influencer del Siglo XVII (Segunda parte)

2ª Parte

 Continuación…

4. La “viralización” del servicio

Hoy día, miles de personas se mueven hacia el voluntariado para ayudar a otros en momentos de dificultad, así lo hemos visto en la DANA y en otros conflictos que han necesitado de ayuda humanitaria. Sin embargo, en tiempos de San Vicente y Santa Luisa este resurgir del “voluntariado” se inició en Châtillon-les-Dombes. Vicente de Paúl, como párroco, predicó, en uno de sus sermones, que unos pobres enfermos necesitaban asistencia. Al ver la gran necesidad y el sufrimiento de estos enfermos, y la falta de un sistema organizado para atenderlos de manera continua, se sintió conmovido y buscó una solución. La respuesta de la gente para atender la gran necesidad de estos pobres fue increíble.

Algunas señoras piadosas y virtuosas de la ciudad de Châtillon respondieron a esta necesidad y decidieron unirse para asistir a estos pobres enfermos. Pensaron en turnarse para proporcionarles ayuda, empezando por hacerles la comida y llevársela. Aunque era una “buena obra”, inicialmente esta caridad no estaba bien ordenada. A veces los enfermos recibían demasiadas provisiones que se estropeaban, y luego volvían a caer en la misma necesidad. La situación de los pobres enfermos, marcada por su penuria y la falta de una buena gestión, impulsó a San Vicente de Paúl a proponer una forma organizada de caridad, que se concretó en la fundación de la primera Cofradía de la Caridad, proporcionando a los necesitados asistencia estructurada y perdurable tanto material como espiritual.

En mayo de 1629 Vicente de Paúl lanza una llamada a Luisa de Marillac: “¿Aceptaría ir a Montmirail para visitar las Cofradías de la Caridad, establecidas en esta ciudad y en las aldeas circundantes?”. Luisa acepta esta misión inicial y, tras los resultados de su visita, Vicente de Paúl pide a Luisa de Marillac que acompañe a las diferentes Cofradías de la Caridad establecidas en la región de la Isla de Francia, alrededor de París, pero también más lejos como Montmirail. Luisa de Marillac jugó un papel fundamental en las Cofradías de la Caridad, actuando como colaboradora clave de San Vicente de Paúl en su creación y organización. Desempeñó un papel directo y de liderazgo en la extensión de las cofradías. Contribuyó a la organización interna de las obras de caridad. Escribió observaciones y notas para mejorar el servicio a los más vulnerables.

El papel de Luisa de Marillac fue esencial en la organización y expansión de las Cofradías de la Caridad, pasando de ser una figura dedicada a la caridad bajo la dirección de San Vicente a ser una co-fundadora y organizadora activa de estas asociaciones, influyendo incluso como presidenta de una cofradía de las más importantes en París y supervisando su funcionamiento en diversas regiones. Su labor fue la base para la posterior fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad.

Aunque lejos de tener herramientas tecnológicas, Luisa de Marillac utilizó los recursos de su tiempo para extender su influencia. A través de una amplia red de correspondencia, mantuvo contacto cercano con las cofradías, comunidades y hermanas, animándolas, formándolas y orientándolas. Sus cartas se convirtieron en auténticos manuales de espiritualidad y servicio, que aún hoy son fuente de inspiración. Ella se encargaba de formar espiritualmente y capacitar a las miembros de estas cofradías, enseñándoles no solo técnicas básicas de cuidado, sino también la importancia de hacerlo con amor y respeto por la dignidad humana.

Las Cofradías de la Caridad sirvieron como modelo para otras iniciativas sociales y sanitarias en Francia y más allá. Luisa aportó un enfoque práctico y espiritual que unía fe y acción de manera innovadora para su tiempo.

Su ejemplo personal fue quizás su mayor “post viral”. La entrega absoluta de Luisa, su humildad, fortaleza y capacidad de organización impactaron no solo a sus contemporáneos, sino también a generaciones futuras. En cada obra vicenciana actual puede verse su influencia, el eco de esta primera chispa que, junto a Vicente, ella encendió.

5. Una influencia recíproca entre Luisa de Marillac y Vicente de Paúl

Un dicho popular afirma que “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer” o viceversa “detrás de una gran mujer hay un gran hombre”, pero la verdad es que la relación entre Vicente de Paúl y Luisa de Marillac fue crucial para el nuevo proyecto de Dios que evolucionó a lo largo de los años, transformando y perfeccionando a ambos hacia un fin común.

Su profunda amistad nació de un camino compartido donde descubrieron su identidad y complementariedad, ayudándose mutuamente a asumirse plenamente y dejándose influenciar acogiendo sus ideas. En un lenguaje actual podríamos decir que trabajaron juntos en sinodalidad.

Inicialmente, su relación se caracterizó por la reticencia y la incertidumbre, dadas sus grandes diferencias. Luisa sintió “repugnancia en aceptar” a Vicente como director, a pesar de haberlo entrevisto en su “Luz de Pentecostés”. Por su parte, Vicente dudó en asumir la dirección de esta joven viuda, a la que consideraba triste, depresiva y escrupulosa. Sin embargo, Vicente se sometió “humildemente a la voluntad de Dios”. A pesar de las dificultades iniciales y las ansias de Vicente, quien realizaba las misiones, él continuó recibiendo e iluminando a Luisa, queriendo ser fiel a la voluntad de Dios.

La fundación de las Caridades y principalmente de las Hijas de la Caridad marcó fuertemente sus vidas; este último acontecimiento fundacional les unió y también reveló diferencias en su visión. La necesidad de una comunidad de jóvenes campesinas para servir a los pobres de París, inspirada por Margarita Naseau, generó tensión entre ambos. Vicente inicialmente se opuso a la idea de agrupar a las jóvenes, considerando que Luisa debía “permanecer en paz” y esperar que Dios indicara otra cosa. Sin embargo, Luisa insistió, impulsada por su intuición y la comprensión de la necesidad de apoyo y formación para estas jóvenes. La muerte de Margarita Naseau interpeló fuertemente a ambos, recordándoles que la caridad no podía desdeñar la prudencia. Rezaron, reflexionaron y discernieron juntos la voluntad de Dios, llegando a la conclusión de que la fidelidad a Dios y a los pobres los llevaba a una nueva dirección: una asociación distinta, la Compañía de las Hijas de la Caridad. Este proceso, aunque implicó la superación de la reticencia inicial de Vicente, quien no concebía una vida consagrada en pleno mundo para mujeres de origen campesino, es un ejemplo de cómo Luisa ejerció su influencia en Vicente desde un discernimiento conjunto, guiado por los acontecimientos y la oración.

Después de iniciar la Compañía, surgieron diferencias notables en la concepción de su estructura jurídica. Vicente, buscando la aprobación episcopal y respetando las normativas de la época (como el Concilio de Trento), deseaba que dependieran del arzobispo de París. Luisa, sin embargo, con una fidelidad más “audaz” o “atrevida”, quería que dependieran del Superior general de los sacerdotes de la Misión. Luisa se opuso con rotundidad, aunque con suavidad, argumentando que la dependencia al Superior general de la Misión era esencial para la identidad de la Compañía y la continuidad del servicio a los pobres. Este desacuerdo llevó a un largo choque de fidelidades, donde Luisa, con paciencia y perseverancia, continuó presentando sus argumentos a Vicente quien se dejó influenciar por sus palabras y convicciones. Finalmente, tras años de diálogo y espera, Vicente asumió la postura de Luisa, solicitando que la Compañía quedara bajo la autoridad del Superior general de la Misión, lo que fue aprobado en 1655.

Continuará…

Te dejamos este texto en pdf para que puedas descargarlo: 2. Segunda parte Luisa de Marillac

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