¡He ahí la Santísima Virgen!

¡He ahí la Santísima Virgen!
Reflexionando sobre las convulsiones mundiales y nacionales de los últimos meses, así como en los acontecimientos preocupantes a nivel político y social parece que no se distancian tanto de la inestabilidad que había en el tiempo que vivió Santa Catalina Labouré. Esta joven, ajena a las causas de todo lo que sucedía a su alrededor, iba a ser portadora de un mensaje consolador para grandes y pequeños. Una seminarista entre un centenar, con 24 años, y un misionero de 30, exigente consigo mismo y con los demás, iniciando ambos su vida de entrega, fueron capaces de captar realidades de fe y comunicarlas al mundo con una fuerza imparable. Da gusto releer una y otra vez el relato de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina y la intervención n del Padre Aladel. Ambos tuvieron que tomar decisiones difíciles que pasaron por el olvido de sí, por la vida de oración y la escucha atenta a las inspiraciones del Espíritu Santo. La relación que la joven seminarista tiene con la Virgen le ofrece un programa de vida no exento de dificultades. La Santísima Virgen le advierte que padecerá sufrimientos, le dice que tendrá que afrontar los juicios del mundo y que sentirá dolor. Le abrió el libro de los acontecimientos del porvenir sin filtro. La verdad es que, de entrada, el mensaje de julio no era muy apetecible. Lo que sigue sorprendiendo fue su respuesta. No rechaza nada, lo acoge todo y, directamente, lo realiza con todas las consecuencias. Catalina sabe que todo es cierto, que no se ha inventado nada. El único miedo que tiene esa noche es la de ser sorprendida por las veladoras. Dos horas y media pasó en la capilla esplendorosamente iluminada y, evidentemente, a pesar de la hora, ya no se volvió a dormir. Yo me atrevería a decir que “se despertó para siempre”. “Hela ahí” le diría el ángel a Catalina señalándole a la Virgen y creo que esa dirección es la que debemos seguir mirando para encontrarnos con Ella y con su mensaje. A Catalina le costó ser creída por el Padre Aladel pero, él mismo fue descubriendo la verdad, releyendo los acontecimientos y verificando cada detalle. ¡Qué importante es que cada persona cumpla con su misión! aunque sea simple, incluso parezca insignificante. Dios, con esos pequeños gestos, puede cambiarlo todo. Aprovechemos estas fiestas en nuestras vidas. No las dejemos pasar sin que algo cambie de verdad en nosotros, nos acerquen más a María y nos ayuden a llevar un mensaje consolador a este mundo. Ofrezcámosle respuestas evangélicas a todo el mundo sin distinción. Cada día trae muchas oportunidades para encontrarnos con Cristo. Que como Santa Catalina Labouré, estemos “despiertos” siempre para escuchar la voz del ángel que nos conducirá hasta el altar de Dios para hablarnos de nuestros hermanos que sufren e inspirarnos lo que debemos hacer y decir. Que la Santísima Virgen Milagrosa derrame todas sus gracias sobre vosotros, os proteja y acompañe siempre. ¡FELICES FIESTAS VICENCIANAS! Sor Mª del Carmen Polo

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