“El te mostrará el camino que debes seguir, y te guiará con sus ojos” (Salmo 32,8)
Los días 11-12 de enero nos congregábamos en la Casa Provincial de Sevilla las 23 hermanas que componen la franja de 2-25 años de vocación junto con el P. Director, la Visitadora y la Consejera de Formación.
Poco a poco fuimos llegando y reuniéndonos expectantes e ilusionadas ante un encuentro que prometía ser enriquecedor y motivador para todas las allí presentes. En el marco del doble Jubileo eclesial y vicenciano se nos invitaba a preparar juntas el estado del corazón para vivir juntas esta peregrinación jubilar.
Todas fuimos conscientes del sentido que tiene peregrinar y de que nuestra vida es peregrina. Como punto de partida afirmábamos que estamos en el camino que queremos y queremos querer avanzar juntas no solo exteriormente sino también interiormente en comunidad, con personas que no hemos elegido pero que Dios ha puesto en nuestro camino. Reconocemos que en este peregrinar a veces podemos sentirnos solas –vivimos con hermanas con las que existe una distancia generacional- pero tenemos que tener la certeza de que pertenecemos a una provincia que nos acompaña y que no deja de mirarnos.
En este ambiente de reflexión y de compartir sueños fuimos avanzando en la profundización de los signos del Jubileo: Puerta Santa, Profesión de fe, Oración, Misericordia y Liturgia.
La PUERTA SANTA nos invita a ser lugar de encuentro, diálogo, reconciliación y paz con las hermanas de comunidad. Frenar el poder de las expectativas creadas y hacer que ocurra aquello que tanto deseamos. Ser proactivas, centrándonos y disfrutando del presente para poder mirar al futuro sin ningún tipo de ataduras que frenen el avance personal y comunitario. Despertando nuestra capacidad de sorpresa, acogiendo los pequeños gestos sin dar nada por supuesto. Deseamos en definitiva y usando una simbología creativa que nuestras comunidades sean puertas sin visagras, con un nuevo sistema de apertura que permitan que entre el amor de Dios entre nosotras y hacia los pobres.
Al reflexionar sobre el signo de la RECONCILIACIÓN compartíamos que la reconciliación requiere de nosotras el componente de la fe. Es necesaria la mirada de fe para poder reconciliarnos con un mismo ¿Cómo me miro, como me veo?; con los demás ¿Cómo miro y veo a los otros? Y con Dios ¿Cómo es mi relación con Dios, ¿Cómo vivo a Dios en mi vida?. La Reconciliación supone abrirnos a la misericordia infinita de Dios dejándonos sanar por Aquel que recompone nuestras piezas rotas con hilo de oro (técnica del kintsugi). En la medida que creemos y experimentamos la Misericordia de Dios, seremos capaces de transmitirla verdaderamente a los otros.
Somos conscientes de la necesidad de volver a la ORACIÓN como alimento espiritual que nos ayuda a retomar fuerzas abriéndonos al ofrecimiento de su amor. La oración nos ayuda a releer la vida y adentrarnos en un proceso de crecimiento y conversión hacia Dios que nos provoca el encuentro con el otro. La oración acompaña nuestro proceso de vida y nuestra vida se ilumina con la oración. Constatamos un crecimiento en madurez de fe reconocimiento la necesidad de la misma. Como Hijas de la Caridad creemos en la encarnación de la oración llevando la vida a la oración y la oración a la vida. La oración siempre nos confronta con la vida y nos cuestiona ¿Qué haría Jesús en este en este momento?. Nos valíamos del símbolo de María en estado de gestación, al igual que ella, la oración nos ayuda a gestar, a ser sagrario de “algo nuevo”.
La LITURGIA como medio privilegiado para encontrarnos con Dios. Puede ser vista como un tren, donde la Eucaristía es el motor y culmen, y los vagones son los diversos elementos que facilitan el encuentro con Dios a través de la celebración, adoración y bendición. Este tiempo nos llama a peregrinar y caminar, redescubriendo el culto como una expresión común de nuestra relación con Dios siguiendo las palabras de San Vicente “El culto es el supremo reconocimiento de la majestad de Dios y soberanía absoluta”.
Los vicencianos manifestamos nuestra PROFESIÓN DE FE en el reconocimiento de Cristo en el pobre a través del Servicio al Pobre con las actitudes propias de humildad, sencillez y caridad. Nuestra profesión de fe por tanto no solo debe ser de palabra sino que debe reflejarse en gestos sencillos que hagan nuestra vida creíble. Reconocemos que no siempre vivimos desde esta disponibilidad y prontitud de atender las necesidades de los demás. La jofaina es el símbolo más recurrente para reflejar nuestra profesión de fe.
El encuentro fue toda una preparación constatando dónde nos encontramos y hacia dónde queremos llegar juntas desde un deseo profundo de vivir de manera más auténtica nuestra vocación como Hijas de Dios e Hijas de la Caridad desde la invitación del jubileo a ponernos en camino desde una actitud de apertura, reconciliación, contemplación, celebración y profesión de fe. “Tenemos una maravilloso tren que es la provincia y está en nuestras manos colaborar en su buena marcha. Vayamos juntas y fortalezcamos nuestros valores” fue la invitación con la que sor Mª del Carmen nos instó a hacer realidad el sueño compartido por todas durante el encuentro.
Sor Blanca López