Josefina Nicoli nació el 18 de noviembre de 1863, en Casatisma (Pavía), una pequeña ciudad del norte de Italia. Desde niña, en su hogar paterno, su corazón se iba forjando en el amor a Dios y a los pobres. Este amor, fecundado en el silencio de la oración y continuamente renovado en el don de sí misma a los hermanos, permaneció indeleblemente grabado en su alma hasta los últimos días de su vida, traduciéndose en aquel amor afectivo y efectivo del que hablaba San Vicente de Paúl a las primeras Hijas de la Caridad (cf. SV IX, 475) y que Josefina irradiará en su laboriosa existencia de donación y servicio a los demás.
Josefina Nicoli estaba dotada de una gran perspicacia y de una inteligencia poco común. A los 16 años, se preparaba para ser maestra. Un año después de su graduación, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad y fue enviada a París, donde llegó el 18 de junio de 1884 para comenzar el Seminario. Sin embargo, una epidemia de cólera obligó a las Hermanas italianas a regresar a su país de origen. Sor Nicoli fue destinada al Instituto Sappa, cerca de su ciudad natal, donde se le encomendó la tarea de enseñar a las jóvenes. Tres meses después, el 1 de enero de 1885, fue enviada a Sardegna para trabajar como profesora y catequista en el Conservatorio de le Providencia. Su actividad como maestra se caracterizó por una peculiar mansedumbre que encantaba a todos, pero siempre asociada a una admirable firmeza, indispensable para todo proceso de formación humana. Conocía de cerca a sus alumnos y sabía considerar la realidad concreta de cada uno de ellos. Una vez escribió:
“El futuro depende totalmente de la educación. ¿Cómo podemos cumplir esta misión? Teniendo un alto concepto de este importante servicio y tratando de prepararnos para hacerlo bien, estudiando métodos que ayuden a formar el carácter de nuestros alumnos: paciencia, dulzura, firmeza, serenidad”.
A los 30 años, sufrió una enfermedad pulmonar que afectó gravemente su salud. Sin embargo, los años siguientes estuvieron marcados por una intensa y variada actividad. A los 36 años, fue nombrada Hermana Sirviente del Orfanato de Sassari, institución que prestaba un importante servicio a los pobres de la zona, especialmente a los jóvenes. Como primera animadora de su Comunidad, Sor Josefina era la primera en obedecer, en obedecer a las exigencias de la vocación de Hija de la Caridad, según el deseo y la inspiración de sus fundadores (cf. SV IX, 526). La forma amable, respetuosa y humilde con la que trataba y acompañaba a cada una de las Hermanas era realmente fascinante. Una de ellas dio este testimonio: “Era una verdadera madre y servidora de las Hermanas de la casa”.
En 1910, fue nombrada ecónoma de su Provincia de Turín y, 18 meses más tarde, Directora del Seminario, donde se destacó como excelente formadora de aquellas jóvenes que, como ella, querían consagrarse enteramente a Dios para el servicio de Jesucristo en los más pobres.
En el año 1914 da comienzo de la Primera Guerra Mundial. Sus últimos diez años fueron los más intensos de su vida, dedicados a la formación de los jóvenes, tanto los que vivían en la calle como los que lograba reunir en grupos.
En aquella época, en Cagliari el número de niños de la calle crecía enormemente. Abandonados, vivían en busca de pequeños servicios, como llevar mercancías en cestas de un mercado a otro o del mercado a las casas. A menudo engañaban a la gente y se implicaban en robos. Los ojos de Sor Nicoli sabían ir más allá de las apariencias. Conocía a cada uno por su nombre, los ayudaba en sus necesidades más urgentes, los reunía en grupos escolares y de catequesis para enseñarles a leer y escribir e instruirlos en la fe.
A los 61 años de edad, todavía empeñada en el servicio de la caridad, Sor Nicoli fue llamada por el Señor, a quien pertenecía toda su vida, según sus propias palabras. Cuando murió, el 31 de diciembre de 1924, a causa de la tuberculosis, ya era conocida por sus obras, pero sobre todo por su fascinante testimonio de santidad, vivido en la alegría, la humildad y el servicio generoso a los más menesterosos de su tiempo. Su vida, totalmente entregada a Dios y dedicada a los pobres, concretó el ideal que siempre tuvo ante sus ojos: “La Hija de la Caridad es la encarnación de la Divina Providencia; es la prueba tangible del amor de Dios hacia los pobres”.
La beatificación de Josefina Nicoli fue celebrada el 3 de febrero de 2008, en Cagliari.