Vuelve a amanecer en Alhucemas, y la rutina de cada d\u00eda se repite, pero los momentos, las risas y la presencia de Dios es cambiante. El tiempo se saborea, no alcanzamos a aburrirnos, siempre hay algo que hacer. Es una bendici\u00f3n para nosotros poder ver la vida a trav\u00e9s de estos chavales con diversidad funcional de mirada limpia, cari\u00f1osa e inocente, en cada una de las cuales puede encontrarse un cachito de Dios.<\/p>\n
La comunidad se va forjando poco a poco. Entre nosotros y los religiosos que nos acogen en la ciudad, la confianza va creciendo, as\u00ed como las risas y los consejos. Por unos instantes nos sentimos como en casa, como si nos conoci\u00e9ramos desde hace mucho. El tiempo sigue pasando y somos conscientes de que nuestra aventura se est\u00e1 acercando a su fin, pero todav\u00eda nos quedan muchos segundos por saborear.<\/p>\n
En Nador comenzamos el d\u00eda con una Eucarist\u00eda con las comunidades de la zona. Hoy toca conocer los campamentos. Al llegar saludamos al jefe, quien nos permite estar all\u00ed y pasar un rato con la gente. Piden algunos medicamentos, la Hermana Francisca que lleva trabajando con ellos\/as durante varios a\u00f1os, se preocupa, sobre todo, por las embarazada e intenta hacer un seguimiento de ellas y convencerlas de que vayan al ginec\u00f3logo a hacerse controles.<\/p>\n
Pese a todo, la vida se abre paso entre chabolas y pl\u00e1sticos. Quienes all\u00ed habitan nos preguntan de d\u00f3nde somos y c\u00f3mo es Espa\u00f1a; solo sue\u00f1an con el momento en el que pisen suelo espa\u00f1ol. Bajamos impresionados de que a 20 km de la frontera la vida sea tan diferente, tenemos la sensaci\u00f3n de habernos adentrado en el \u00c1frica profunda. Nos envuelve y nos atrapa esta tierra de desigualdades, estos montes desiertos tan llenos, y este continente donde lo mejor y lo peor del hombre sale a la luz.<\/p>\n
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