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Pascua JMV 2022

El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres

El pasado Miércoles Santo amanecía soleado, despejado, lleno de luz. La alegría de saberse llamado, elegido, provocaba que, más de 50 personas, entre ellos jóvenes, adultos, Hijas de la Caridad y Padres Paúles, vivieran este GRAN ENCUENTRO llenos de ilusión, incertidumbre y expectativas.

Los primeros abrazos, besos, sonrisas…desvelaban que, efectivamente, el Señor nos estaba esperando con los brazos abiertos. Él había deseado ardientemente celebrar esa Pascua con nosotros. Y nosotros con Él. Iban atisbándose los primeros destellos en los que se descubrían las intenciones y deseos que cada uno traía a aquel “lugar sagrado”: Benagalbón. Sin duda, fuera la primera o la última Pascua Juvenil de JMV, en todos cabía el sueño de que el Señor pasara por nuestra vida. Y, a poder ser, que viniera para quedarse.

El Jueves Santo, día del amor fraterno, nos regaló la oportunidad de descubrir al Jesús del servicio y de la entrega sin medida. Acompañar al Señor en su última cena, celebrando el “Séder de Pésaj”, recordar (volver a pasar por el corazón) que se hace presente cada día, en todo el mundo, en ese Pan y ese Vino, y vivir sus últimos momentos en el Huerto de los Olivos, nos permitió conocer a un Jesús que celebró y sufrió como hombre, pero que confió y encomendó su misión al Padre hasta las últimas consecuencias.

El día de la crucifixión de Jesucristo, el Viernes Santo, a través del viacrucis y el desierto, pudimos acompañar a Jesús en la Cruz, reflexionando y orando sobre nuestras propias cruces. El silencio se adueñaba en el exterior y en el interior para abrir paso a la presencia de Jesús en aquello que más nos duele y nos condena. Por otro lado, el Sábado Santo fue un día de silencio esperanzador y de acompañamiento a María, su madre. Teníamos la certeza de que Jesús resucitaría en la gran Vigilia Pascual, de que la Cruz solo tenía sentido en un final de VIDA, de Salvación.

Sin duda, Dios ha pasado por nuestras vidas. Se ha hecho presente en los laudes, en las catequesis de cada día, en los oficios, en el viacrucis y, sobre todo, en la Eucaristía de Resurrección. Pero también lo encontramos en los momentos de silencio y oración personales, en el acompañamiento a los más jóvenes, en las personas que han servido durante estos días y en los ojos de quien confía en que, en el Señor, la vida cobra su pleno sentido.

Solo puedo darle gracias por su deseo de que esta Pascua fuera donde y como Él ha querido. Espero que la Resurrección conmueva y llene de luz cada una de nuestras vidas y vayamos a otros jóvenes, a los pobres, a las Iglesias, a los institutos, a las universidades, a los trabajos, a los servicios, a las casas, a las periferias, ¡AL MUNDO!, a llevar la alegría de la Resurrección, a contar la Buena Noticia de Jesús de Nazaret.

¡FELIZ PASCUA!
¡HA RESUCITADO!
¡JESUCRISTO VIVE Y TE NECESITA!

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