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Casa de las Viñas de Peña LLana

Casa de las Viñas de Peña LLana

Menores
Teléfono: 953 67 05 50
Dirección: Hijas de la Caridad. Colonia San Vicente, nº 266 Las Viñas de Peñallana. Ctra, A-6177. Desvío km 14,400 Desvío Ctra. JA-5002. GPS. 38.1343198,-3.9644729, Andújar
Jaén, 23740

Los niños acogidos en el Colegio Hogar de Santo Domingo de Jn (antiguo convento de frailes dominicos), estaban al cuidado de las Hermanas desde el año 1857. Cuando fue abandonado tras la desamortización del ministro Mendizábal, la Diputación de Jn lo convirtió en Hospicio para hombres jóvenes y adultos necesitados.

Con el paso de los años, el Hospicio se transfor en Hogar, siempre atendido por las Hijas de la Caridad, excepto el intervalo de los años de la Guerra civil, que fue Hospital de sangre. No reunía las condiciones de habitabilidad debidas para la atención y educación de los niños, por eso las Hermanas se preocupaban de sacarles al campo en verano para librarlos de los ardores del calor jienense.

La casa dependía administrativamente de la Diputación de Jn, que acogía a los niños más desfavorecidos de la provincia, cuidados y educados por las Hijas de la Caridad, tanto en lo físico como en el aspecto material, intelectual y religioso. Es de notar que la incansable Sor Fernanda Guerra Bravo cada año andaba buscando lugar acomodado para sus niños: unas escuelitas cerca de un río donde pudieran bañarse…; una casa prestada en algún campo en el que hubiera bastante lugar para jugar y mojarse un poco o algo parecido.

Coran los años 60 y los niños del Hogar de Santo Domingo, situado en Jn, barrio de la Magdalena, terminando el curso escolar las Hermanas los llevaban de colonias. Estos niños no podían pasar las vacaciones con su familia, por problemas económicos, de convivencia y otros motivos. Las Hermanas se esforzaban por sacarlos unos días de Jn para liberarlos del calor asfixiante que en dicha capital se deja sentir mucho en el verano y también para evadirlos de problemas familiares, psicológicos y, por supuesto, para gozar de un merecido descanso después de un curso intenso.

A este efecto, se solicitaba a personas e instituciones generosas, eclesiásticas o no, que les dejaran parte de sus inmuebles para el descanso y esparcimiento de los niños del Hogar, dando lugar a veranos pintorescos como el pasado en plena Sierra de Siles (Jn) en un seminario con espacios deshabitados, donde los niños disfrutaron de la montaña y alimentos naturales, volviendo con muy buen aspecto. Otro año la colonia de verano tuvo lugar en el edificio de un grupo escolar, a 20 Km. de Jn, en la carretera JnGranada, junto a una barriada de casitas llamada La Cerradura donde gozaron del frescor y los baños del agua en el río Guadalbullón. El río Jontoya hizo también las delicias de estos niños otro verano a pesar de ir con la casa a cuestas como el caracol, pues iban y venían cada día.

Todo esto transcurría sencillamente, verano tras verano. Viendo las Hermanas que algunos de los niños que estuvieron con sus familias volvieron un tanto desmejorados, se acor enviarlos a “Las Viñas de Peña Llana, en el rmino municipal de Andújar (Jn) en una desviación de la carretera al Santuario de la Virgen de la Cabeza, en el entorno de la sierra de Andújar y a unos 14 Km del pueblo. Esta vez fue la parroquia quien prestó los locales para que los peques pasaran unos días en plena naturaleza. La casa era bastante inhóspita pero cercana a un gran pinar.

No lejos de donde se alejaban los niños conocieron por casualidad a un santo religioso (expoliado por motivos políticos). Le llamaban el Padre Pepeque vivía con su madre en una casita escondida en el pinar. Los niños como pequeños exploradores del campo conocieron al Padre Pepe y se lo comunicaron a Sor Fernanda, quien desde ese momento entró en contacto con la madre de dicho sacerdote. ¡Ya tenían Misa las Hermanas y posibilidad de estar acompañadas del Señor sacramentado en la Eucaristía!. Llevaban pocos días en la Sierra y enseguida experimentaron la cercanía de Dios, el mejor amigo de los pequeños y más si son pobres.

Sor Fernanda Guerra Bravo, “alma de las Viñas, tuvo la feliz iniciativa de ir con los niños a cantar el día de la fiesta del Carmen, celebrando de forma muy festiva la Eucaristía y acompañándole en su soledad. Los niños cantaron como los ángeles, pues habían ensayado con mucho interés.

Era  el santo de  Carmen, madre  del sacerdote.  Después  de  la  Misa  la felicitaron los niños y las Hermanas. El ambiente de alegría y fiesta fue para ella un consuelo grande en medio de la soledad habitual. El P. Pepe emocionado y agradecido se intere por los niños descubriendo que sus veraneos eran itinerantes. Este sacerdote agradeció el detalle de los cantos y la felicitación que nada más terminar la Misa llamó a Sor Fernanda para que le informase de dónde procedían los niños y el motivo por el que estaban allí, en tan malas condiciones.

Aquella misma mañana comunicó a la Hermana que la finca que había enfrente de donde se hallaba, era una mina subternea ya explotada de cobre y otros metales extinguidos. Solo quedaba un abundante manantial ferruginoso. Le dijo que había pertenecido a sus padres y aunque la había explotado el Estado, al verse agotada, se la habían devuelto y el mismo sacerdote que hablaba era su heredero. Dijo que la regalaba para disfrute de los niños pobres del Hogar de Santo Domingo, dando la propiedad a las Hermanas. Manifestó abiertamente que la podían habitar desde aquel momento. Sor Fernanda Bravo Guerra y la Comunidad quedaron dueñas desde aquel momento de la finca, aunque en los meses siguientes se entregaron y gestionaron los debidos documentos de donación. La familia (sobrinos) del antiguo dueño, al principio, no estaba nada conforme pero al final no tuvieron otro remedio que aceptar la voluntad del donante.

El Padre Pepe animó se orara al corazón de Jesús para que la casa fuera devuelta a su dueño, ya que a se lo habían prometido al no lograr el fin que se proponían, y una vez realizada la devolución, él se comprometió a donarla a las Hijas de la Caridad para usarla en beneficio de los niños y obras sociales, cuando estos faltaran. No habían pasado más que tres meses, cuando una llamada de dicho sacerdote al Hogar de Santo Domingo confirmaba que ya se podía disponer de la casa para fines caritativos.

Con toda ilusión se empezó el arreglo de la citada vivienda, comenzando por repoblar de pinos el entorno de la misma. La segunda operación fue raspar varias veces las paredes de la cocina convertida en laboratorio e impregnada del polvillo del cobre. Constaba de una sola planta y, poco a poco, aprovechando las vigas que tenía la torreta edificada para esta la detección, extracción y lavado del cobre, se levantó un segundo piso con una excelente terraza. Sor Fernanda iba y venía a Bailén mendigando ladrillos a las buenas gentes que poseían industrias constructoras en dicho pueblo.

Finalmente las Hermanas del Consejo provincial de la Provincia de Granada decidieron invertir lo necesario, con mucho esfuerzo, hasta constituirse esa hermosa casa de la que hoy se disfruta para recreo de niños y mayores. La piscina era una de las grandes ilusiones de Sor Fernanda que soñaba con ver remojarse y disfrutar a los niños. La parte de atrás de la finca de Las Viñas (una extensión de monte lleno de pinares) fue donado más tarde por un Conde con la misma finalidad caritativa.

Que la Virgen, cuya gruta preside esta colonia durante todo el año, especialmente en verano, bendiga al Padre Pepe que hizo tan valioso regalo para Los Pobres.

Testimonio de Sor Mercedes García Bravo y Sor Mª Teresa López Fernández.

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