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Del 8 al 10 de marzo 2019 en La Zubia (Granada)

Jornadas de Interiorización

Fuimos invitados a participar en estas Jornadas de Interiorización, y aunque era mi primera vez, no tuve que pensar mucho mi decisión, porque lo vi como una oportunidad de reflexión y encuentro en mi vida.

Allí encontré personas amables y buena acogida, tanto de quienes con mucha ilusión repetían el Encuentro, como de quienes acudían expectantes porque era su primera vez y desconocían cómo se desarrollaría este Encuentro y qué les aportaría a sus vidas.

Ya en la invitación se me indicaba que era un tiempo para conocer, orar, celebrar y vivir. Y durante esos días no pude anteponer ninguna a otra porque todos se desarrollaron en conjunción con la apertura que el corazón estaba dispuesto a dejarse embargar.

Contar la experiencia de estas Jornadas, desde lo vivido y desde los sentimientos, no es fácil. Son muchas las “cosas” que se remueven en mi interior, pero lo que dejó muy claro es que ha sido una experiencia muy enriquecedora con planteamientos nuevos para crecer como persona y como cristiana, partiendo de la humildad de quien se sabe pequeña y en camino.

Encontrarte con personas que no conoces, y que su acogida  y disposición sea hacerte sentir bien es una de las actitudes que solo puedo explicarme desde la presencia del Señor en sus vidas, incluso aunque ellos mismos probablemente no lo percibían de este modo.

Acercándonos al tema de las Jornadas, la exhortación apostólica del Papa Francisco, “Llamados a ser Santos”, pienso que no me puede quedar como una imagen inalcanzable que permanece en los altares, sino en la constancia de seguir día a día, buscando la perfección en la Caridad. Fijándome también en los “Santos de al lado” que con su ejemplo de vida en el trabajo, en la familia, en la vida consagrada, en el matrimonio,…, en lo cotidiano que a cada uno le toca vivir, busca incansablemente hacer la voluntad de Dios, como Él nos revela en su Palabra: “Él nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables en el Amor”, y ese anhelo lo fui “rumiando” en el interior.

Y esto es lo que cada uno compartió, cuando en la Vigilia, ante la presencia del Santísimo, admitió reconocer el rostro de Cristo en tantas personas a las que sirve cada día, y el cambio que ese reconocimiento supuso en su vida ese encuentro. Desde esa experiencia imposible quedar estático en nuestro ser personal y cristiano. Me creo llamada a vivir esa “santidad”, como una misión, “Ser ese cristal, que en la medida que más limpio esté, más capacidad de dejar pasar la luz de Dios tendrá”.

Aprender a acompasar el servicio y encuentro con el otro, con los momentos de interiorización, oración y silencio ante Dios.

Celebrar las bienaventuranzas con la alegría del que se siente amado por Dios, “sabiendo morir a los egoísmos personales que encierran que nos impiden llegar a los demás para dar Vida a los otros, como hizo Jesús”.

Este Encuentro ha sido un regalo, un regalo especial en este tiempo de Cuaresma que se inicia, en el que estamos llamados a conocer, a acercarnos más íntimamente al Señor, a celebrar con gozo el sentirse amado hasta el extremo de la entrega, a vivir, no como un sacrificio estéril, sino con alegría lo que compartimos y hacemos por y  con los demás. Hay que ser evangelizador que tenga fe, pero sobre todo que dé testimonio haciendo crecer semillas que den buenos frutos.

Acostumbrados a realizar nuestra tarea diaria desde protocolos, a partir de ahora centrar nuestro quehacer en el protocolo que Jesús nos invita a vivir:

«Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel  y vinisteis a verme» (Mt 25,35-36).

Gracias a todos por lo recibido y compartido estos días. Que el Señor nos ayude en cada momento a ver su rostro en toda persona con la que nos encontremos en nuestra vida y convertir nuestro corazón para ser santos en la Caridad.

Nely Olivares

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