El día después

Creo que una de las personas que, en este momento de la historia, está aportando reflexiones valientes e iniciativas arriesgadas a la humanidad es el Papa Francisco. En esta Pascua tan “especial”, en un artículo para la revista “Vida Nueva” nos ha llamado a contagiarnos con los “anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad para la reconstrucción en el día después de la pandemia.” A partir de esta reflexión estoy pensando mucho en este “día después”.

Iniciamos la sexta semana de confinamiento y tengo la sensación de estar conduciendo por un túnel que empieza a ser demasiado largo donde, cada vez, nos cuesta más vislumbrar la salida. La dirección que llevamos no contempla la posibilidad de un cambio de sentido así que no tenemos más decisiones que tomar que la de seguir avanzando hacia la abertura que nos permita ver la luz. Entrar en el túnel, para la mayoría de nosotros, no ha tenido elección. Cómo conducir a la salida está en nuestras manos.

El Papa Francisco nos da las claves: Justicia, Caridad, Solidaridad. No hay otras. Lo único que, ahora, intento es concretarlas en nuestra acción del día a día.

El “día después” debemos iniciarlo con esperanza. La esperanza es, ante todo, una virtud y una virtud según el Catecismo de la Iglesia Católica “es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma.” Se trata de que salgamos con una actitud de superación, perseverancia, constructiva y, por supuesto, de entrega a los demás.

En el “día después” debemos procurar que el “zoom” de nuestra cámara sea muy potente para poder llegar a ver los detalles de la realidad y los colectivos más vulnerables. Seguramente que tendremos que movernos algo para ampliar el campo de visión. ¿Cómo abarcar más cuando apenas se llega a lo que tenemos? Con creatividad, compartiendo, trabajando en red, desde el equipo, abandonando lo superfluo, unidos… y todo lo que cada persona, ofreciendo “lo mejor de sí”, pueda incluir.

Para el “día después” necesitamos hábitos de vida más saludables. Demos ejemplo, vayamos por delante y contribuyamos a mejorar “la casa común”. En este sentido podemos arriesgarnos a tener iniciativas comprometidas y comprometedoras.

Mejoremos el “día después” de nuestros mayores. Hablemos con ellos y escuchémosles. Dialoguemos lo que, la falta de tiempo y el estrés de la vida, no nos permitió. Sigamos aprendiendo de ellos y acojamos la sabiduría que procede de sus experiencias de vida.

Conservemos el mejor “activo” que tenemos el “día después”: nuestros niños y jóvenes. Ellos no tienen la responsabilidad de ninguna decisión pero sí sufren las consecuencias de las mismas. A ellos son a los que les estamos condicionando el futuro y, de alguna manera, les estamos “robando” parte de su presente. Por ellos debemos reactivar la palabra “sacrificio” entendida como “acto de abnegación inspirado por el amor”. Y con ellos colaboraremos para, en el porvenir, hacer que este mundo sea más sostenible.

Hay muchas cosas que nos quedan por hacer el “día después” pero todos tenemos derecho a aportar la idea e indicar el camino. Así que os animo a hacerlo. Creo que si ponemos “manos a la obra” Dios podrá volver a constatar que todo, lo que Él hizo, es bueno.

Sor Mª Carmen Polo

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