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Colegio Sagrado Corazón

Colegio Sagrado Corazón

Enseñanza
Teléfono: 953670550
Fax: 953678029
Email
Dirección: C/ Isabel La Católica 27, Bailén
Jaén, 23710

Imaginen esta estampa: estamos en 1916.  Cinco Hermanas, Sor Magdalena, Sor Vicenta, Sor Ángela, Sor Teresa y Sor Pilar, aguardan el visto bueno para trasladarse a Bailén y empezar allí su misión de Hija de la Caridad. Sólo tienen una casa, con un patio y un jardín, pero sin agua potable. El Ayuntamiento les ha prometido una subvención anual de mil pesetas y una canalización desde una plaza que lleva por nombre la de un héroe para la historia de ese pueblo: el general Castaños. A cambio, deben dar asilo a seis ancianos o ancianas. Ese es el trato para poder cumplir con los deseos de Dña. Mariana Soriano Arellano y así lo decidieron el Alcalde y sus Concejales.

Eran tiempos difíciles, duros y sombríos; este pueblo contaba entonces con unos 10.000 habitantes; de ellos, unos pocos vivían considerablemente bien, la mayoría sobrevivían a base de mucho esfuerzo y trabajo, pero otros muchos malvivían; de esto era consciente doña Mariana Soriano Arellano, una dama que legó en su testamento una casa que debía ser destinada a una comunidad religiosa; de que esto se cumpliera se encargaría Dña. Carmen Godoy, dirigiéndose a las Hermanas de Granada para pedir ayuda y conseguir contar en el pueblo con una Congregación.

Así aparece registrado en las actas fundacionales que se conservan en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad en París.

Además de las mil pesetas que el Ayuntamiento decidió otorgar, la Congregación convino abrir una suscripción para el mantenimiento de ellas mismas y sus funciones. Y con esto y poco más, se instalaron en Bailén.

Un mes de octubre, unas monjas que llegan en un coche de mulas que puso a su disposición Dña. Carmen Barrera, según explica Pedro Manuel Mimbrera en un artículo del libro de las fiestas del año 2013. Cuatro religiosas junto a su Hermana superiora, con una ambiciosa idea en la cabeza, pero con pocos recursos: tenían una casa con un patio y un jardín que no podían mantener por falta de agua; había un pozo, pero no era potable, así que el Consistorio tuvo que donarles una canalización desde la plaza del General Castaños que sólo se mantendría si ellas cumplían con su parte: dar asilo a los enfermos que el Ayuntamiento decidiera. El arrojo y la necesidad de cumplir con la voluntad de Dña. Mariana Soriano fueron más fuertes que los contratiempos: así, el ocho de octubre de 1916, las Hermanas se vieron acompañadas por buena parte de los ciudadanos, por las autoridades locales y por representantes eclesiásticos en la inauguración del Colegio, Asilo y Hospital. Una inauguración que, como podrán ver después, quedó recogida en las páginas del diario ABC, y que incluyó una misa cantada y la entronización del Sagrado Corazón en la Casa de las Hermanas.

Los primeros años fueron duros: la suscripción anual establecida no era fija, se contaba en ocasiones con donaciones en especie, pero sin estar garantizadas. Para que se hagan una idea, y así está recogido en las actas fundacionales, las Hermanas se alimentaron durante el primer año únicamente de garbanzos cocidos con leña. Sor Pilar Martínez, Sor Magdalena Monroy, Sor Vicenta Heras, Sor Ángela Planillo y Sor Teresa Álvarez fueron las primeras Hijas de la Caridad del Colegio Sagrado Corazón; ellas fueron quienes crearon las dos primeras aulas: una de pago, para los niños cuyas familias tenían más recursos, y otra gratis para los hijos de los trabajadores de esas familias que tenían más recursos.

Con el paso del tiempo, otros niños de familias humildes también pudieron ir entrando en el Colegio y recibir la educación y el cariño de las Hijas de la Caridad. Llegó la Guerra Civil y, aunque pocos documentos, o ninguno, se conservan sobre esta dura época, sí se sabe que las instalaciones del Colegio fueron utilizadas por el Ayuntamiento, y las Hermanas, relegadas al uso de dos habitaciones, en las que pasaron el trance liando cigarrillos y bordando pañuelos. Se encargaban también de atender el Hospital de urgencia durante la guerra, situado frente al Colegio, en lo que ahora es el actual Hogar del Jubilado.

La contienda acabó y las Hermanas retomaron con fuerza el control de sus instalaciones, con Sor Teresa Álvarez a la cabeza. Mujer emprendedora, luchadora y carismática, muchos recordarán la imagen que se conserva de su entierro, arropada por los bailenenses que la querían. Y es que, cuando una grande nos deja, este pueblo, quizá poco dado a reconocimientos y boatos, sí que sabe despedirles a lo grande, como desgraciadamente todos hemos podido comprobar hace muy poquito. Sor Teresa se fijó como objetivo agrandar el Colegio: aquí tuvo un papel importante la familia Corchado, que hizo un préstamo a las Hermanas para que pudieran comprar los terrenos del antiguo cine Miguelito, lo que hoy en día es el salón de actos y el patio pequeño del Colegio. Finalmente, la propia familia Corchado decidió perdonar la deuda a las Hermanas. Las Hermanas se encargan desde enseñar a leer y escribir, en aquellos primeros niveles de Escuela, hasta bordar junto a las alumnas los ajuares de éstas, atender el Comedor de Auxilio Social o encargarse del Instituto Laboral Administrativo, sin pasar por alto que el Colegio llegó a tener incluso un internado para señoritas. No se puede obviar la labor de Sor Rosa, con quien llegó el reconocimiento del Bachiller Superior, la creación de la primera Asociación de Padres de alumnas o la subvención para la EGB, entre otras cosas. No se puede hablar de ellas sin nombrar a Juventudes Marianas Vicencianas, la Asociación de la Medalla Milagrosa y, en general, sobre los valores que las Hijas de la Caridad llevan impreso en su ADN: el servicio a Jesús en la persona de los pobres manteniendo el espíritu de la humildad, la sencillez y la caridad. Cualquier persona con necesidad es objeto de su cuidado; en Bailén y en cualquier parte del mundo, donde están presentes, también como parte de la provincia España-Sur, donde unen sus fuerzas al resto de Andalucía, Extremadura, Canarias, y también Marruecos, Argelia, Mauritania y Túnez. Es la obra de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Somos miles los bailenenses, y algunos no bailenenses, que de una u otra forma han pasado por las aulas o por las instalaciones del Colegio Sagrado Corazón desde sus inicios. Algunos como alumnos, otros como amigos, y la mayoría como necesitados en algún momento de sus vidas, y no hablamos de “necesitados” como algo exclusivamente material. Los exalumnos del Colegio siempre se han distinguido por “algo”. “Algo” que no se sabe lo qué es. Cuando se realizaban actividades comunes con otros Centros educativos, se distinguía rápidamente quiénes eran “de las monjas”, como se dice aquí, y no precisamente por el uniforme. Con esto no quiero decir que sean mejores que nadie, pero sí distintos. Esa es la impronta que dejan en los alumnos y Jóvenes las Hijas de la Caridad. Yo misma no sería quién soy sin ellas. Algunas Hermanas más actuales han dejado mucha huella como Sor Cristina, carismática, luchadora, defensora y propulsora de la educación con mayúsculas; cabezota y persistente; Sor, no creas que me enfadaban tus consejos: me hicieron más fuerte y mejor; Sor Rosalía, el complemento ideal de Sor Cristina, la cara afable, la humildad en persona y el sacrificio por el bien común; ella es el tesoro que ahora mismo tenemos que cuidar y valorar; Sor María Victoria, muy buena, silenciosa, profesora incansable, remarcando aquello de cómo se pronuncia y escribe halla, “con hache y con elle”; Sor María Dolores su manera de acercarse a la gente de forma sencilla e interrogando al otro, su forma de tener en tensión a todos los alumno dando vueltas al estadillo y llamándolos con un “moza, a la palestra”, y Sor María Luisa por su labor constante, intensa y callada. Puri, Rosa, Leonor, las dos Antoñitas, José Tomás, Bernardo, Paqui, María Teresa, Pepa… no podemos olvidarnos de los profesores, que son la otra parte del Colegio, la que complementa a las Hermanas. Éstos son los míos, pero hubo y hay otros  muchos que forman una larguísima lista.

Varias décadas después, sin ir más lejos, mis hermanas siguen hablando de la señorita Agustina, que marcó a toda una generación; sin ellos, sin los profesores, sin los maestros, tampoco tendría razón de ser este Centro educativo sin Maruja y Anita, sin María, sin el equipo de limpiadoras, sin los párrocos que han apoyado la labor del Centro; sin los Padres Paúles que complementaban nuestra formación, sin Juventudes, sin las aulas, sin la Biblioteca, sin la Capilla, sin esa antigua y angosta sala de profesores que atesoraba aquellos añejos mapas políticos y físicos de España; sin el mes de mayo y las flores, sin los teatros, sin las campañas contra el hambre, sin las misas en la Encarnación, o sin Leonor. Desde luego, no todo ha sido bonito. El Colegio ha vivido la pérdida de personas importantes para su razón de ser; ha sufrido los golpes de tener alumnos enfermos o incluso el fallecimiento de alguno de ellos… Hace casi tres años, en 2013, el Colegio vivió una situación desagradable y el comienzo de una batalla de des-concierto para no perder lo que por derecho era suyo. Obviamente, es un Colegio católico, y sus bases cristianas son el pilar indiscutible. Pero por encima de todo ello, los alumnos que han pasado por sus aulas han recibido una educación en valores de solidaridad, humildad y ayuda a los demás, que priman sobre cualquier otra idea. Después, con el paso de los años, cada uno ha decidido en qué creer y qué camino tomar. Y eso es grande, muy grande. Es el tesoro que las Hermanas nos han dado a todos y cada uno de nosotros, sin excepciones. A pesar del desconcierto la labor educativa sigue, Hermanas y profesores trabajan por una escuela de calidad y de humanidad donde lo principal en nuestras aulas es hacer personas con valores sólidos y con unos conocimientos que les ayuden a ser responsables de su propio futuro y el futuro de nuestra sociedad. Las Hijas de la Caridad son el valioso legado que una gran dama nos dejó a los bailenenses. Caridad, educación, valores, moral, ayuda y cariño. Un futuro para nuestros descendientes. Un futuro para Bailén.

COMUNIDAD DE BAILÉN

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